APOYO CRÍTICO A FISCALES



Cuando Augusto Álvarez Rodrich empieza a criticar en estas páginas a los fiscales, hay que parar la oreja. No porque Álvarez se haya pasado al bando de los enemigos de la anticorrupción, sino porque el trabajo de los fiscales ha entrado a una nueva etapa, en la que es vital cuidar lo ya avanzado. Por lo tanto es importante que ellos lo escuchen, hasta donde les sea posible.

Es verdad que Rafael Vela, José Domingo Pérez y otros en el equipo Lava Jato han logrado avanzar su propósito también gracias al gesto audaz, al alto perfil, y a cierta sensibilidad coyuntural. De otro modo hubieran sido avasallados por la defensa política y legal de los implicados en los diversos aspectos del caso. Era obvio que terminarían odiados por los opositores.

Además era inevitable que por el camino tuvieran gestos, decisiones o respuestas que los han expuesto a la crítica. Después de todo, no solo están investigando a sospechosos, sino además moviéndose a contrapelo de algunas centenarias costumbres políticas del país. Parte de su materia prima es un poder dedicado a defenderse con todas las armas.

Lo que ahora en el fondo les están diciendo a los fiscales analistas como Álvarez Rodrich, César Azabache, y ahora último Luis Pásara, es que harían bien en aprender de su propia experiencia. El público está pidiendo más celeridad, algunos primeros resultados, mantener un tipo de compostura que es hermano de la imparcialidad. No los descalifican, sino que les dan el buen consejo.

Además se les pide evitar las trampas del teléfono malogrado en la relación con los medios, un juego peligroso que en más de un caso ha terminado sirviendo a los intereses de los enemigos de la justicia. Si las acusaciones de sus enemigos están fuera de foco, ¿por qué darles oportunidades de ganar algo más de eficacia ante la opinión pública?

La mejor crítica es la que permita rectificar, mejorar y avanzar al criticado. Sobre todo si su tarea es tan dura y peligrosa como la del equipo Lava Jato, hoy víctima incluso de insultos directos desde una extrema derecha disfrazada de un extrañísimo institucionalismo. Las sentencias están a la vuelta de la esquina. Hay que llegar allí.

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