¡PRIMAVERA A LA TRUJILLANA!
Por Johnson Centeno.-
Y llegamos otro nuevo año a una de las principales festividades de este hermoso terruño: la fiesta de las flores, de la primavera, o de lo que se le parezca porque con este clima nunca se sabe; en todo caso, que el calorcito se nos antoje en la sonrisa de nuestra gente, la de antes y la de ahora, en el reconocimiento de nuestra gastronomía y en los carritos alegóricos que seguramente aplaudiremos este fin de semana.
Bah!, si los carros no son como los de antes, me espetará usted. Pero es que nada es como antes en realidad. Como dice el buen Raúl Silva, guardián del Jardín de los Sentidos: “No te desveles por los tiempos idos, Trujillo no es el de antes, así como no son los de antes sus fiestas o sus placeres”. And so…
Que Trujillo no sea el mismo de antes no significa necesariamente que sea peor. Ni mejor. Y no vamos a entrar a un debate metafísico sobre sus caracteres más particulares. Dejemos las ondas de Heráclito para los verdaderos amantes del saber pensar, que dicho sea de paso, son cada vez menos en esta tribu, pues de a pocos también se van marchando…
Vamos, que los puntos suspensivos no enerven nuestros humores trujillenses. Puede que no encontremos ya un Súper Rey pero tenemos un Ripley; no tendremos un Opt Gar pero tenemos un Costa del Sol en plena Plaza de Armas; no probaremos más una mermelada de fresa o de tomate como lo hacían nuestras abuelas, pero tenemos toda clase de mejunjes frozen en Mac Donald’s. No tendremos ya la discotienda Gilberts pero tenemos Spotify. O sea.
Si en estas tierras consagramos la cultura leonística y sus beldades, que la tradición perdure si eso refuerza nuestra identidad, pues es nuestra mejor salvaguarda frente a olas foráneas que no pocas veces intoxican las sociedades, y generan vacíos que terminan matando sus buenas costumbres.
El calendario no da treguas para sortear algunas celebraciones, y es un buen signo que a pesar de muchas cosas, Trujillo todavía se vista de fiesta para recibir a sus visitantes y le ofrezca sus brazos abiertos para renovar tradiciones que pintan de cuerpo entero a sus habitantes. Que aquellas fantasías no decaigan para seguir mostrando al mundo nuestras ganas de seguir avanzando, al ritmo de una marinera desde algún rinconcito del centro histórico o desde algún supermercado de la periferia.
No olvide que la nostalgia supervive en un bizcochito Castañeda, en un tour dominguero en el mercado de la Unión o en los rescoldos sabineros de una madrugada en el Janos. Porque el amor cuando no muere mata/ porque amores que matan nunca mueren…
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