LOS “ASESORES” DE LLEMPÉN
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Infografía: Correo |
Por: Johnson Centeno.-
Los asesores por antonomasia constituyen un cuerpo de expertos que ponen sus conocimientos a disposición de una autoridad política, con la finalidad de ‘asesorar’ en temas puntuales que no son del total dominio del convocante, y cuya experticia debe servir para tomar la mejor decisión.
A diferencia de los políticos, los asesores no son elegidos por el voto popular, sino por el mismo candidato que resulte elegido, pudiendo inclusive ser o no de su mismo partido, al margen de mayores restricciones o competencias, los cuales la propia administración reconoce como un trabajo remunerado como cualquier otro servicio al Estado.
En el Perú el cargo de asesor se ha desnaturalizado, y es moneda corriente que estos cargos se reserven para correligionarios, familiares, financistas o amantes, no para gente preparada en el manejo de los asuntos públicos, con todo lo que ello repercute en el ejercicio mismo de la autoridad, con plata de todos los peruanos.
Es lo que viene ocurriendo con el actual gobernador regional, que en realidad solo es una proyección de una mala costumbre que viene del siglo pasado: preferir a mediocres copartidarios, en vez de darle un vuelo sustancial al ejercicio de la asesoría.
Mucho antes que Acuña, el exalcalde Murguia, ya hacía gala de su poder para colocar a asesores carnetizados cuya inteligencia era la de un alfeñique, y cuyo cargo detentaban sin vergüenza, total, tenían el aval de la primera autoridad, y desde allí se dedicaron al viejo oficio rastrero de apadrinar lobbys o meterse en cada entuerto para asaltar el erario público en variadas proporciones. Y especialmente preparar el suelo para la próxima campaña, donde repetirían el plato y la mermelada.
La publicación de los asesores de Llempén confirma esta modalidad de acomodar en el Estado a personas sin mayores méritos o competencias, dejando atrás una mínima consideración ética para con sus pares y los propios ciudadanos que los eligieron, en circunstancias que exigen un mayor recelo en la designación de cada uno de los cuadros que lo acompañen a gobernar. La autonomía administrativa no debe ser una carta blanca para meter a la gobernación gente que se preocupe más por mantener una línea partidaria antes que velar por los intereses de la región, especialmente del interior.
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