POESÌA EN LA MUSICA CRIOLLA.


Por: Alfredo Estrada Zavaleta.

Hoy se privilegia como una constante en las emisoras y canales de televisión; la puesta cíclica del rock (surgido hace más de sesenta años) y los resultantes subgéneros en su tiempo, bajo la óptica y cultura del underground. Ello tal vez, considerado por la facilidad de almacenamiento y economía en formatos y dispositivos, más aun el acceso en la web como un gran archivo histórico, sin mayor gasto por derechos de autor e intérprete. 

La música latina, igualmente, se ha visto favorecida cuanto no, por empleo de arreglos e instrumentación de algunas antiguas melodías o en su defecto por similares ideas base, que mezclan hacia fusiones con ritmos regionales. Luego va y se mantiene en nuestros días, la corriente hip hop, con una temática de seudo filosofía; pero en torno a una cadencia mecánica y superficial.

Bajo estas reflexiones y desde la creatividad e identificación con el medio geográfico y cultural en una especie de relativa antìpoda; denota nuestra curiosidad por la obra de los compositores criollos, antes plasmada con partituras y algunos soportes de audio, cuanto hoy el: Conocer su legado musical, por la generosidad y empeño de los investigadores y cultores como referentes del género nacional.

Etapas del folclore, que incluyeron en su oportunidad; el crisol de aquellas amenas reuniones familiares y de amistades, posibles en distintos recintos sociales, con ese clamor del romanticismo y ejecución de instrumentos por los bardos. Una alternativa artística, que renace y prospera por la acción de ciertos talentos en programas y concursos; a efecto de favorecer la sensibilidad y una más elaborada dinámica musical, enriquecida por la interculturalidad y la tecnología en una hermosa Nación.

Importantes y trascendentales, fueron y siguen vigentes, las ideas literarias y musicales de Felipe Pinglo Alva, compositor, rondinista y guitarrista; inspiradas siempre en la realidad (social, laboral y política de protesta), su fortaleza emotiva, el deporte, sus oficios, su imaginación geográfica por lugares que no visito y el permanente cantor de Lima y sus barrios tradicionales. Una variedad de estructuras y modulaciones, que nos deleita a través de sus valses y polcas: Amelia, El Plebeyo, Bouquet, El espejo de mi vida, Claro de luna, Horas de Amor, Locos suspiros, Mendicidad, Bello Hawai, Llego el invierno, El canillita y otros.

Otra figura influyente en la escena musical, fue Isabel Granda Larco, quien como soprano formaba parte del Coro en su Colegio y residente en Barranco; asimilo esa vena artística del esplendor turístico citadino, incorporando ritmos muy exquisitos, luego aquellos próximos a una conversación y acompañamiento instrumental estilizado y finalmente, los definidos en la música afroperuana. En sus obras, fijo nuevas dinámicas literarias y estéticas, de acuerdo a las corrientes sociales latinoamericanas; logrando así, una gama de sonoridades y sensaciones, determinantes en el progreso del criollismo. Títulos y melodías, que señalan esa energía y magia de las texturas y los ritmos desde mediados del siglo veinte, entre ellos: Zaguán, La flor de la canela, Carnaval de las calles, Gracia, Puente de los suspiros, Coplas a San Martin, Ollita nomas, Zeño Manue. 

Dos exponentes del repertorio nacional, que aportaron nuevos conceptos y formas de composición-interpretación; que permiten renovar el espíritu del criollismo en el público y afianzar el carácter crítico y productivo en los aspectos sensorial y afectivo. 

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