ROMA EN BLANCO Y NEGRO


Por Johnson Centeno.- 

Tras su magnífica dirección en ‘Gravity’ (2013), y Harry Potter y el prisionero de Azkaban al siguiente año, Alfonso Cuarón nos dejó en claro que se trataba de un director que había que seguir de cerca. Han pasado solo cinco años y ha vuelto a aparecer de nuevo por lo alto, esta vez en blanco y negro, contando una historia que entreteje algunas experiencias personales de su niñez, con una cinta que apunta a las mejores preseas del mundo del cine (ya ganó la mejor dirección en los Globos de Oro y se acerca como favorita al Oscar como mejor película extranjera) sin dejar de contar una buena historia: Roma (2018). 

Una de las cosas mejor logradas en la cinta es el proceso natural que logra trasladar escenas tan cotidianas a la pantalla grande, consiguiendo que el espectador se involucre en la intimidad de una casa donde todo parece estar puesto en su sitio. Es la década del 70 del siglo pasado, donde en México, como en la mayoría de países sudamericanos, las clases medias y acomodadas, practican una forma de servidumbre donde los indígenas o sus descendientes están al servicio de los señores, a la vez que comparten cierta familiaridad en el trato y el afecto. 

En aquella casa de blancos mexicanos, la cinta no solo cuenta la historia de una familia específica, la crisis matrimonial, la inocencia de los niños, el contexto social, sino especialmente la historia de una muchachita de provincia (a quien conocemos solo con el diminutivo de “Cleo” (Yalitza Aparicio)) que dedica el día y sus noches atendiendo una casa ajena, resignada pero alegre, a la par que nos descubre sus inicios al amor, la decepción, los secretismos, temores y uno de los peores golpes que una mujer puede tener en la vida: el nacimiento de su niño muerto. 

No obstante la modernidad en las celebraciones y oficios de sus patrones burgueses (Fernando Grediaga y Marina de Tavira), Cuarón no ha querido desapegar a su personaje de sus tradiciones pueblerinas (la servidumbre guarda y practica costumbres que nunca ha abandonado), y nos lo recuerda cada cinco o diez minutos en los diálogos con la otra empleada, Adela (Nancy García) una jovencita de su misma edad que se encarga de la cocina, los cuales se desarrollan en un acento mixteco, que suenan tan agradable y bonito a lo largo de la cinta, junto con los pajaritos, afiladores de cuchillos y vendedores de chucherías. 

Si bien tiene un avance bastante lento en la trama, con un final que no es tampoco espectacular o sobredimensionado, y no tendría por qué serlo, las escenas de notable factura que quedan en la retina del espectador son: las revueltas ciudadanas en las afueras del centro comercial, que testimonian los años difíciles que vivió México en medio de sublevaciones y asesinatos (específicamente el Halconazo, de 1971, en que un grupo de paramilitares entrenados por la CIA mató a más de 100 estudiantes mexicanos); y el rescate de los críos más pequeños en la playa, formidable, cuya valentía y posterior llanto le dan una madurez y autoridad a Cleo en su vida y en su propio trabajo, y representa para la misma familia un nuevo comienzo tras la ruptura matrimonial de los señores. 

Aunque el humor asoma pocas veces en la cinta, se deja sentir muy al estilo de su personaje, tímido o melancólico, con esa gracia que suele ir in crescendo conforme explota la confianza. En su lugar se aprecia la personalidad de las diversas tonalidades grises, blancos y negros, que Cuarón ha sabido aprovechar (él mismo se encargó de la fotografía) en cada uno de los espacios del barrio donde se desarrolla la trama, que difícilmente habría sido logrado en sephia o colores cálidos. La elegante luminosidad del blanco y negro fue todo un acierto. 

Con todos estos factores, estamos pues ante un director que no se agota en los lugares comunes hollywoodenses, sino que es capaz de arriesgar una historia que lo involucra y lo interpela: Roma, al final de cuentas, es un saldo con la ‘nana’ que lo crió desde que era un recién nacido: Liboria Rodríguez, a quien dedica su película (“para Libo”), y que es en realidad un homenaje a todas las “Libos”, “Cleos” o “Adelas” que siguen luchando contra la desigualdad y la postergación. 


Comentarios

alfredo estrada ha dicho que…
felicitaciones

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