JUAN GABRIEL EN LA ETERNIDAD


Por Jorge Mariátegui.-

Estaba friéndome en una cámara de vapor en Chaclacayo. Cuando un caballero, me dijo: ….ha muerto. No le entendía pero Juan y La Doctora Carmen Beatriz, me aclararon la noticia, JUAN GABRIEL HA MUERTO.

Me sentí tan mal, quería salir a mi casa, a ver la TeVE.

Hasta que llegué, a las 10, desde esa hora no paré en pasar todos los canales, que supuestamente me podrían dar información.

Quería mas y más. Escuchaba sus canciones cantadas cuando se presentó en el Primer escenario musical de México D:F.

Y mire Usted, él ya había sacado un Long-Play y tenía una trascendencia, sin embargo ese Primer Teatro, tenía sus reparos. Había gente como hoy, lo dijo su productor, que si quería que allí cantara, pero otra, como siempre, NO quería.

Pero él JUAN GABRIEL, había deseado cantar allí porque sería su consagración, cantar para todo México, y para todo el Mundo.

Yo lo vi, en una grabación. Fue con la Orquesta Sinfónica Nacional de México, con 100 personas del coro, y con un auditorio pleno de personas que gritaban y gritaban.

Mire Usted, cuando yo lo vi en Lima, que la Nena Menchel me invitó, el precio eran 50 dólares. Lo vi y escuché en el Club Hípico del Ejército en la Avd. Salaverry. Estaba sentado en las tres cuartas partes del recinto. Había CUATRO MIL PERSONAS. Él parecía una bolita que corría por todo el escenario, porque estaba muy subido de peso. Esa fue mi desilusión, porque las grabaciones que yo tenía él pesaba 70 kilos y con una casaca negra de lentejuelas plateadas y tintineantes y cordones, de unos. Muy elegante, y hoy estaba de terno color beige, que no engañaba sus noventa kilos, tal vez más.

Apenas salió detrás del telón frontal, salió cantando, y fue un impacto total. Toda la gente, TODA, se paró. Yo me quedé sentado en una silla de circo, de madera, que me tocó. Esperé que se sentaran, y todas las señoras mayores de 60, que estaban sentadas delante de mí, no sólo se quedaron paradas, sino que sacaron chalinas y largos pañuelos y al compás del cantante lo mecían de derecha a izquierda. Imaginándome que no se iban a sentar, sopesé bien esa silla de circo de girones de madera cruzados, y también me paré.

Oiga Usted. Había escuchado querida, No tengo dinero y docenas más de las 1800 canciones que compuso, y me arrepentía en el alma, no saber la letra de ninguna de sus canciones.

Todos, toditos, todos, cantaban a boca de jarro, y él apenas con esa voz de ángel, voz sobre natural, hacían dos líneas, y la gente lo seguía sin parar. Cantó más de 40 canciones una seguida de la otra.

Y cuando cantó QUERIDA, oiga Usted, el público grito, y grito, y grito, hasta que el sentimiento de la letra y de la música, dejó unas líneas para escuchar.

Cuando acababa una canción, y él respiraba. La gente le gritaba, le gritaba enardecida. Yo estaba asustado.

Pero este público limeño, no solo se conocía la letra de las canciones, sino que parecía que se habían puesto de acuerdo, para los silencios, para continuar, para suspirar. Cantaban tanto que solo me quedo escuchar al público porque, a él, a JUAN GABRIEL, no lo escuchaba.

La gente estaba enloquecida, parecía el Circo Romano. Yo que estaba atrás empecé a mirar la salida de esta multitud enardecida, y vi por donde escapar. La verdad que no me importo m i amiga y su hija, sino salir disparado apenas dieran las DIEZ de la noche, que suponía que acababa el GRAN CONCIERTO.

JUAN GABRIEL; visito varias veces el Perú. La prensa le hizo un seguimiento de todos sus pasos, y se fue con él a Cusco. Yo lo seguía, y se fue a Machu Picchu, y encontró, o visito un albergue de niños. Y se puso en cuclillas, y les canto una canción de una ratita. Por supuesto que la improvisó, porque tenía un facilidad angelical, y Decía la ratita, la ratita con su cola rosadita. Y los niños se aprendieron la letra y le hicieron un coro muy infantil.

Ese detalle calló a muchos “astrúpidos” que trataron de preguntarle sobre su vida. A todos los satisfizo, y con unas respuestas inteligentes, los tiro al suelo. Siempre hay imbéciles en todo el Perú, que manejan mal el periodismo, o que nunca lo estudiaron.

Estaba viendo estas escenas con unas 20 personas, paramos la fiesta y JUAN GABRIEL nos arrobó.

La última vez que vino a Perú estaba delgado, con un vestido rojo, en el 2014. Dicen sus amigos cercanos que mucho le gustaba venir a Perú. Aquí hizo muchos amigos y nunca pasó una tarde ni un día solo. Siempre rodeado de gente que lo amaba.

Juan Gabriel, LE CANTABA querida A SU MAMÁ, que nunca lo comprendió y que cuando la trajo al D.F. no se halló. Por lo que la pintan era una persona muy humilde, y que nunca se imagino que su hijo, que se fue de su casa, iba a triunfar en la vida. Tengo la idea que la Señora, terminó sus días sin conocer a su hijo que tanto la amó

Él le cantaba QUERIDA y era tal su fuerza, que nunca lloró delante del público, tal ves después que terminaba de interpretar con un sentimiento a una madre muerta, lloraría detrás en bambalinas. JUAN GABRIEL CANTÓ NO SOLO PARA ÉL, él le cantó al Mundo.

Y todos los artistas que cantaron con él tienen unos recuerdos, que hoy los escucho y me da lástima, que no hayan pasado esos videos, sobre el pensamiento de famosos, a quienes les compuso canciones o cantó con ellos.

Hoy los escucho gracias al fenómeno de las comunicaciones. Y todos los canales nacionales y extranjeros, solo hablan de él. Dicen de su voz fabulosa, de sus canciones tan positivas. Nunca le canto al amor desastroso, sino al amor profundo, cuando canta al palomo que se enamoró de la paloma, y que nunca la encontró, porque la siguió amando.

Hoy a los 66 años, dejó de cantar, y aunque se despidió en un concierto, como él quería, tuvo una desaparición súbito y rápida, aunque dolorosa. Ese dolor que JUAN GABRIEL SINTIÓ, SOLO, y cerca de sus hijos, hubiera querido sentirlo YO por él, y estoy seguro, que la gente que lo amó cuando cantó con él, no hubieran querido que su dolor lo hubiera dejado ir.

Todos sentimos hoy, un dolor profundo. A mí me hizo llorar cuando escuché sus canciones desde hace dos días.

JUAN GABRIEL, SIEMPRE estarás en nuestra mente y en nuestro corazón.

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