FOTOCHEK ELECTORAL- TRUJILLO


Por Johnson Centeno.-

La campaña política en Trujillo se viene calentando de a pocos, y sus principales actores empiezan a perfilarse en una carrera que no tienen favoritos, donde cualquiera puede pasar a la final o desbocarse por el barranco del fracaso estrepitoso, hasta una próxima elección. La mesa está servida y empieza el juego de cartas. Veamos algunos de ellos sin orden en particular.

ACUÑA: CUANDO LA “PLATA COMO CANCHA” NO BASTA. 

Su campaña ha empezado con buenos fajos de billetes dispuestos en publicidad radial, televisiva y todo tipo de merchandising, que distribuyen selectivamente cientos de cuadrillas de muchachos de su universidad a lo largo de diversos sectores de Trujillo y distritos. En realidad, Acuña se ha enfrascado en una elección de alcance nacional, y las justas electorales de estos pagos son solo un ápice de su estrategia política, que incluye medios afines (comprados o alquilados), pasquines semi clandestinos y una bien montada maquinaria en redes sociales que trabaja las 24 horas del día. Pero el derroche de dinero no le asegura el triunfo electoral, al menos no esta vez. Con un hijo y una ex esposa en el Congreso, un hermano en la región vecina, un desgaste natural por verlo hasta en la sopa, y una trayectoria académica y empresarial con pocas certezas (el JNE le acaba de abrir una investigación por falseamiento de datos en su hoja de vida: al parecer no tendría secundaria completa), se prepara para afrontar el tramo más complejo de la campaña frente al dinosaurio del APRA, donde ni su plata ni Rigoberta Menchú lo van a salvar en una probable confrontación de ideas, donde por supuesto tiene las de perder dado su escasa tolerancia dialéctica. Obviamente, su principal fortaleza radica en las obras tangibles que se pueden ver a lo largo y ancho de la ciudad, que buscará que sustituyan a su pobreza expresiva, junto a millonarios shows que se vienen preparando para la ocasión. Esta vez el cambio va para la región, promete en sus afiches, ante un electorado que no es el pobrecito de antes, y que esta vez —esperemos— le exigirá un poco más que “obras como cancha”.


MURGUIA, “EL POBRECITO”. 

Verlo por el centro de Trujillo repartiendo personalmente sus volantes da penita: el viejito que sirvió a Trujillo por tantos años quiere atornillarse en el poder, seguir con la mamadera, seguir devolviendo presupuestos y alabando la ineficiencia, la corrupción y el atraso. Y para eso apela a la compasión como estrategia de campaña. Chiste viejo. Murgia declaró ante el JNE que solo es dueño de una camioneta y su casita de Grau, pero al parecer “sería dueño de todo un emporio, llamado Grupo Murgia, que tiene constructoras, inmobiliarias, productoras agroindustriales y otros negocios afines” (La Última, II, Nro. 12, p. 6). Y otra vez ha dicho que esta será la última vez que se presente a una elección, que esta sí es la última, la ultimita, la última última. Murguia presiente una derrota, se le ve en su rostro, pero quiere hundirse con el partido al que le debe todo lo que es; no como los grandes líderes que se van a la tumba y trascienden su praxis y filosofía, sino como un dictadorzuelo que evitó a toda costa que otros surjan y sirvan de recambio para una nueva generación de servidores públicos. El contraste que sugiere su fingimiento se cae a pedazos cuando uno observa el nivel de sus promesas, que son las mismas de hace 20 años, que Chavimochic, que carreteras, que integración, que trabajo y salud para los trujillanos y liberteños. Lo que celebramos es que haya decidido (también una de sus cábalas al filo de una campaña) correr solo y no acompañado de sus candidatos a consejeros regionales —sería demasiada conchudez—, la mayoría de ellos buenos para poco, protegidos de su nombre y apellido. En una reciente entrevista a un analista político, frente a una de mis preguntas de a dónde mandaría al caballero Murgia si pudiera regalarle un pasaje, me respondió que a la sierra liberteña (donde supuestamente Murguia tiene sus mejores devotos); pues yo lo mandaría un poquito más lejos: a Dubai o a Abu Dhabi, que conozca el mundo, que nunca es tarde, a ver si en la próxima elección puede dejar de hacerse el “pobrecito”.


ELIDIO: EL PISTOLERO PREOCUPADO. 

Lo más cercano a un ‘outsider’ que hemos tenido en los últimos años, al mismo estilo de Ciudad Gótica: mientras él vestía el uniforme policial fue una amenaza para el hampa organizada, encabezando una patrulla de aniquilamiento selectivo que se llevó de encuentro a choros de toda laya, incluyendo algunos desgraciados inocentes que se cruzaron en su camino. La justicia lo sentó en el frío banquillo de los acusados, recibiendo visitas de algunos fracasados políticos que le vendieron el cuento de la impunidad y el juicio a la medida, entre ellos un defensor de peligrosos delincuentes y prostitutas, conocido por su suciedad y su travestismo ideológico (“estás hablando con el pastdecano, mi hermano…”). El proceso judicial no detuvo sus nuevas aspiraciones políticas, y ensayó una original performance para seguir en los titulares, desbaratando bandas delincuenciales a punto de llamadas por celular, acompañadas de cámaras de TV. Más tarde, ya de civil, está dispuesto a seguir la lucha contra la delincuencia a todo cuartel, prometiendo cambiarle el rostro a su ciudad. Emocionante. Elidio Espinoza se suma a una larga lista de candidatos y autoridades públicas que tienen un pasado que de alguna forma lo condena, relacionado con muertes o ejecuciones (Ollanta, Alan, Urresti, etc.). Con él se cumple aquella frase que dice que todo político que se respete tiene sus muertitos en el ropero. Su preocupación es consecuencia directa de su verticalidad y soberbia: al parecer, algunos grupos menores no están dispuestos a prestarle su apoyo (ni ahora ni en segunda vuelta), sino que sus emisarios ni siquiera saben articular una estrategia de comunicación. Además de ello, su crecimiento en la aceptación se ha detenido, a pesar de sus trotes diarios por diversos lugares, obligando a sus asesores a suavizar sus líneas programáticas. Dicen que la plata no le llega sola, y que algunos de sus financistas vienen del lado más oscuro; algo de razón debe haber, pues un modesto ex policía no podría solventar con su bolsillo los gastos que le viene demandando la organización y logística de su campaña, la más espectacular (visto el tiempo que lleva), después de Acuña. La cosa se pone color de hormiga para él, y acaso podría costarle la elección.



 SANTA MARÍA: DEL PUB ‘TINAJAS’ A LOS BARRIOS POBRES. 

Luis Carlos Santa María, “Luca” para los amigos, es el hijito de papá que según Wikipedia (la “rica Vicky”), desde “los nueve años acompañaba a sus padres a las actividades que desarrollaba el Sector 17 de la Urbanización California perteneciente al Comité Distrital de Víctor Larco, en donde apoyaba en las labores manuales y logísticas de las campañas electorales, siendo el máximo reconocimiento al que aspiraba en ese entonces, el poder desfilar vistiendo la boina roja frente al estrado acondicionado para los mítines en la Plaza de Armas de Trujillo. Durante la gestión de su padre como Alcalde de la Municipalidad Provincial de Trujillo (1984 -1986), aprovechaba los fines de semana para compartir con él sus visitas a los Asentamientos Humanos y distritos menos favorecidos de la ciudad, aprendiendo desde niño a comprender la pobreza más allá de las propias comodidades”. En realidad, la mayoría lo recuerda los fines de semana en las Tinajas o discotecas de moda, pero seguramente al siguiente día se levantaba muy temprano para visitar los pueblos jóvenes de alrededores y solidarizarse con su pobreza. Luego se ponía uno de sus ternos y se iba al local del partido, donde era un militante más, dispuesto a ganarse un lugar en las listas de contienda aprista, insuflado por la doctrina y sentimiento de Haya de la Torre. Pero la verdad es que Luis Carlos siempre ha crecido a la sombra de su papi, el recordado “zapatito blanco”, quien hasta ahora lo acompaña a sus mítines y presenta a todo el mundo como su sucesor. Su desempeño en la Municipalidad, como regidor, fue trocando del mutismo absoluto (lo bautizaron como “el mudo”) hasta intervenciones esporádicas en temas de orden secundario. Al menos tenía algo de sobriedad en sus intervenciones, a diferencia de sus colegas apristas, furibundos especialistas en el pataleo y los malos modales que, sumado a las limitaciones de un dictadorzuelo burgomaestre, convertían a veces la comuna en un callejón de siete puñaladas. Las formas dicen que Luis Carlos fue elegido por las bases apristas, pero lo cierto es que su candidatura es un ‘fantoche’ para “lavarle la cara” al partido, dado que los postulantes visibles tenían sus anticuchazos, lo cual comprende y asimila porque cojudo no es. Luis Carlos, por tanto, llega a refrescar el escenario político en este su momento histórico, seguramente con las mejores intenciones, pero acompañado de una serie de personajillos harto cuestionables, incluyendo uno con sonrisa de hiena y que apenas sabe fajarse. El hecho de ser “hijito de papi” y aparecer casi todos los días en el vespertino Satélite no le asegura la elección. La gente de su partido ha comenzado a dividirse, y ha entendido la maquinación de su candidatura, aunque de todos modos le dará su voto disciplinado, pero no es suficiente para ser alcalde. Lo mejor será que se vaya haciendo un nombre propio, no a la cálida sombra de su padre. Así tal vez tenga éxito en su próxima batalla electoral que sí le quita el sueño: el Congreso de la República, su próxima parada y verdadera intención.

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