OLLANTA, EL TRADICIONAL


Por Johnson Centeno.-

¿Cansado, confundido, inseguro, temeroso, desconfiado, incauto, flaco, sin ilusiones? Pues eso y más. El mensaje del presidente no ofreció mucho. Desde días antes la opinión pública era renuente a esperar algo que anime el debate de sobremesa, que no sea sumisión a la primera dama, tibieza con la corrupción y el estrepitoso fracaso en materia de seguridad ciudadana.

Una atenta observación de los acontecimientos previos nos podía indicar qué es lo que venía en el mensaje del 28: el nombramiento de Ana Jara al frente de la PCM indicaba a todas luces un repliegue de cualquier medida inteligente en el gobierno; se mantiene al ministro de economía, pero éste ya ha dado sobradas muestras de acatamiento a las faldas de palacio: ya no es un Ministro, es un robotito económico. La elección de Ana María Solorzano, por su parte, con apretado triunfo y divisionismo oficialista, confirma que el liderazgo presidencial ha perdido fuerza, y que hay una incapacidad flagrante para generar consensos.

Mientras tanto campea la impunidad en sus propias narices (lo del expremier Cornejo es de campeonato), su familia sigue haciendo de las suyas, los precios internacionales de los minerales siguen a la baja o estancados, el fenómeno del niño no serena su amenaza, y hay un festín de megaproyectos concesionados con mucha plata y sospechoso apremio. Todo en medio de una sopa caliente de cortinas de humo muy bien elaboradas. 

El nuevo impulso a los programas sociales abordados con facilismo en el mensaje a la nación, es un claro indicativo que las cifras todavía siguen en azul, afortunadamente, y que ha llegado el momento de afinar la puntería a los bolsones electorales que deciden los votos en este país. ¿A alguien le queda dudas que el gobierno se desinteresa de una candidatura el 2016?

En vez de proclamar un nuevo capítulo en serio en la reforma educacional, se anuncian incrementos del presupuesto y aumento en las remuneraciones a los maestros, confiando más en la forma que en el fondo. “El presidente se ha dedicado a repetir anuncios. Por ejemplo, los concursos de subdirectores y directores, las evaluaciones a maestros para reubicarlos, el mejoramiento en la calidad de los aprendizajes, la jornada escolar completa, los ha dicho hace varios años” (Idel Vexler). El afianzamiento en el idioma inglés es toda una paradoja, que el presidente nunca hubiera suscrito en sus tiempos de rabioso nacionalista. 

Sobre la inseguridad ciudadana Ollanta ha debutado oficialmente como prestidigitador, pues la “fuerza de intervención rápida” de 5,000 agentes a nivel nacional, que se convertirá en la reserva táctica de la PNP, además de los 30,000 efectivos que reforzarán la investigación criminal nadie sabe de dónde los sacará, y a estas alturas solo vendrían a ensanchar una institución abandonada a su suerte, y pervertida por las políticas mediocres de los Ministros de turno. Nada sobre el Poder Judicial ni el Ministerio Público. Los Olórtiga y los Orellana pueden dormir tranquilos.

El tema de la descentralización sigue postergado desde los efluvios experimentales de Toledo, y nadie se atreve a pagar la cuota que supone reordenar los límites políticos y administrativos, más aún si la plata del canon se ha dividido entre los amigotes de los presidentes regionales, menos del caballero Murgia por supuesto, quien hasta ahora sigue ‘pasando piola’ en el manejo fiscal de La Libertad, dando la impresión embustera de eficacia y honradez. La promesa del presidente ha sido presentar en los próximos 30 días un proyecto de ley destinado a mejorar la distribución de los recursos del canon minero “para que más pobladores se beneficien con la inversión de esos recursos”. Osea rendir cuentas en serio ante el Congreso y la Contraloría que, como ustedes saben, han demostrado buena pasta de fiscalizadores.

Así ingresa Ollanta Humala al último tramo de su gestión, bastante lejos de las esperanzas ciudadanas que lo llevaron al poder, a su mujer y a su familia, decidido a ser un administrador de lo administrable, sin mayores ideas, sin olfato… un político tradicional de los peores.




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