ALEMANIA CONQUISTA AMÉRICA
Alemania rompió con la maldición europea en América. Goztemarcó el gol, cuán Iniesta, en la prórroga. Los germanos dominaron y ganaron por su tesón. Es el cuarto título del país, el primero en América.
Puyol, en nombre de España, entregó el trofeo de la Copa del Mundoveinte minutos antes de la gran final. La selección española dejaba el mayor galardón de su historia al borde del césped de Maracaná, para coronar al sucesor del equipo de Vicente del Bosque. Segundos después, Alemania anunciaba que Kramer sustituía a Khedira, lesionado durante el calentamiento, en la alineación. El que no estaba tocado era el fútbol germano. Los hombres de Joachim Lowdominaron el partido desde el pitido inicial de Rizzoli. Y Argentina avisó de su táctica, el contragolpe, en un disparo cruzado de Higuaín.Las pautas estaban marcadas desde el primer segundo. Conseguir el primer gol era el reto fundamental de dos escuadras con tácticas opuestas.
Lo tuvo Higuaín en sus botas, solo ante Neuer, en una mala cesión con la cabeza de Kroos, que debió pensar que Gonzalo sería su próximo compañero en el Madrid. Fue la mejor oportunidad de la final. El ex madridista, hoy jugador del Nápoles, disparó mal, desviado, para lamento de Mascherano y Messi. Argentina llegaba con robos de balón y desperdiciar una ocasión así, en el partido de su vida, era para mesarse los cabellos. Es lo que hizo Gonzalo. Los alemanes mandaban territorialmente y la guerra de guerrillas solo sería efectiva si se golpeaba con dureza en los momentos clave.
Kramer se quedó fuera de combate en un choque con el ex madridista Garay, que le golpeó con un hombro en la cara, y la entrada de Schurrle intensificó la ofensiva germánica. El partido se definía siempre por el mismo sendero. Los hombres de Joachim Lowcontrolaban el balón y sufrían para encontrar los huecos. Los pupilos de Sabella tenían la premisa de no recibir un gol, se cerraban con un sistema casi militar y atacaban a ráfagas, en tromba, en cada caza de la «vieja», que diría Di Stéfano. Maracaná vivía una final inédita y con dos equipos que no se peleaban por el mando, sino que utilizaban estrategias diferentes, complementarias.
Messi desaprovechó una contra ideal, tres contra tres, al estrellar enHummels un pase a Higuaín, pues Lavezzi rozaba el fuera de juego. Schweinsteiger generó la primera oportunidad de peligro del conjunto europeo en un tiro que Romero despejó con dificultad.Leo tuvo otra opción de oro en un regate a Neuer, sin ángulo, con un centro-tiro que Boateng despejó bajo palos. El intercambio era de infarto.
Ozil tiró mal, al borde del área, en la mejor fase de fútbol de Alemania, que comenzaba a imponer su físico. Howedes estrelló un cabezazo espectacular en un poste, colofón de un saque de esquina botado magistralmente por Kroos. Argentina aguantaba, a la espera de Messi.
Sabella introdujo al Kun, en lugar de Lavezzi, para poseer más clase en el contragolpe. La albiceleste ofreció sus mejores momentos de fútbol. Messi lanzó fuera, un chut excesivamente cruzado, en una clara ocasión de marcar. Y se agarró al muslo. Parecía tocado.Sabella le miró con preocupación. Lionel siguió en el campo. No se quejó. Era la final que había soñado desde pequeño. El sol lucía en el Cristo de Corcovado en la final más histórica de los Mundiales, que vivía su tercera confrontación ante el Jesús de Río de Janeiro.
El cansancio se hizo notar. El calor triunfó sobre los futbolistas. Y el duelo se transformó en un reparto constante de ataques y respuestas, con Alemania partida en dos y Argentina en busca de las arrancadas de Leo, Higuaín y Agüero. Se buscaba más el error enemigo que la virtud propia. Cada vez era más evidente que un detalle de distinción individual decidiría la Copa del Mundo. Y era patente que el vencedor, fuera quien fuera, recogería el trofeo, pero no heredaría el trono real del fútbol. La comparación del nuevo campeón con el nivel ofrecido por España hace cuatro años era odiosa.
Alemania volvió a apretar en su deseo de evitar una prórroga y un espectador saltó al campo a dar un beso a Howedes. Fue reducido por un miembro de seguridad con un puñetazo en la mandíbula. Se acabó el beso. El partido continuaba, no hubo interrupción, y Lowsentó a Klose, el máximo goleador histórico de los Mundiales. El veterano artillero se llevó una ovación estruendosa en Maracaná. Entró Gotze con la intención de recuperar la técnica y la precisión en el pase, perdidas en el conjunto germano desde hacia una hora. Dio tres centros magníficos y los europeos rondaron el gol, sin acierto en los remates. Ese desacierto condenó a todos a la prórroga. La octava en este campeonato. Récord mundial.
Gotze tuvo el balón en sus pies y dio una asistencia perfecta aSchurrle, cuyo disparo se estrelló en las manos de Romero. La respuesta fue un «gorro» que Palacios hizo sobre Neuer, tras un fallo garrafal de Hummels, pero el balón se marchó fuera. El Mundial se dirimía en un golpe letal, en un segundo, en un toque de calidad. Ambos conjuntos lo sabían.
Rizzoli empañó su actuación arbitral al no mostrar la segunda cartulina amarilla al Kun, que dio un golpe con la mano aSchweinsteiger en la cara. Sangrante, el centrocampista retornó al césped. Mandaban de nuevo los hombres de Low. Y Gotze anotó el tanto decisivo al detener con el pecho un balón medido de Schurrle y cruzar una volea que sorprendió al guardameta argentino. Alemania conquistó su cuarto título y rompió con la maldición de Europa en América.
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