UNA CRISIS DE LA ‘GRAN FALDA’


Por Johnson Centeno

En palacio no hay un gobernante, en masculino, eso lo sabe todo el mundo. En palacio mandan las faldas, que
ponen a ministros, celebran convenios, organizan entrevistas, y disponen de un caudal de recursos para salir en la foto. En palacio la presidenta se llama Nadine, tiene secuestrado al ministro de Economía y quiere quedarse de largo.

En un país que se permite reelegir a un presidente que se vomitó en las instituciones y la moral pública amparándose en la prescripción de sus delitos; que reclama libertad para un violador sistemático de los Derechos Humanos. En un país donde, en sus narices, se hacen pactos para librar a otro exgobernante beodo salpicado de millones de dólares. En este país que se eligió a un ‘cachaco mediocre’ con un rancio discurso de inclusión, seguridad ciudadana y orden en la casa, cualquier cosa puede ocurrir. Inclusive que las faldas de palacio sean motivo de un tercer desplante a la confianza del gabinete, y que la afiebrada oposición desate una crisis de la “gran falda”.

La soledad del poder a menudo trastoca el entendimiento de las cosas más allá de las propias narices, y a eso algunos entendidos llaman el “síndrome de la alfombra roja”, donde solo ves lo que quieres ver, lo que dicen al oído, y especialmente lo que te conviene. Que lo digan presidentes, ministros de Estado, congresistas, conductores de TV, rectores, y todo aquél que tenga una cuota relativa de poder. El primer mandatario está convencido de que él es quien manda. Todos ven otra cosa, menos él. Punto.

Pero cuando el poder ganado en las urnas es compartido fácticamente se está faltando a la Constitución, el decoro y la virilidad. Por eso Fujimori nunca tuvo la valentía para darle una patada en el culo a Montesinos: lo más fácil siempre fue la nota sibilina, esotérica, y pasiva. Cuando no sabes manejar el poder que te asignan te conviertes en un Felpudini, sacolargo, pelele, cosito, o como quiera llamarse. Así que no sueñes con reelección, más fácil será cambiar de sexo.

Las faldas de palacio, hasta ahora, la tenían fácil. Su buena fortuna la llevó a subirse al tren de la economía, y supo darse esos gustitos que han terminado empachando al oficialismo. Pero nunca imaginó que su gabinete, al mando de otro Felpudini, tuviera este traspié en el Congreso. Lo mejor sería que las faldas renuncien a Palacio, que desaparezca ese título de “primera dama” y en su lugar se nombre un Comité de tías solteronas con tiempo y dinero para las obras sociales.

Mientras escribo esto pienso que al final no sería un mal cuadro si ella decide postularse con la suya. Desde los tiempos en que recibía dinero de Chávez ha sabido sortear las adversidades políticas, seleccionar su gente y escoger sus enemigos. Y anticuchos no le faltan. Tal vez no le sobre el discurso de las ideas, pero eso también se puede aprender, como aprenden en postgrado UNT. 

A esta hora su asesor brasilero debe estar tramando una salida aceitada para esta crisis, mientras Ollanta Humala, su mejor invento, ordena sus corbatas para empezar una nueva semana. ¿Tan difícil puede ser dejar de soñar en el 2016?


Comentarios

Anónimo ha dicho que…
jajajaj... buena josnson centeno un abrazo desde junin. ali :-)
Anónimo ha dicho que…
faldas al poder!! v. fina

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