PELEADO CON LA CALLE
Por Johnson Centeno.-
Así calificó la periodista Jacqueline Fowks el mensaje a la nación del presidente Ollanta Humala en su informe al diario El País, subrayando las protestas ciudadanas “contra la corrupción y para pedir el cumplimiento de sus promesas en sanidad, educación y seguridad ciudadana”.
En realidad, el arranque de su tercer mandato lo hace peleado con medio mundo, empezando por él mismo. No se reconoce en el sillón presidencial, usurpado de facto por la primera dama Nadine, a aquél lejano servidor de la patria insuflado de franqueza y planes de cambio. En su lugar, se ha instalado un señorito que trota en pantalones cortos, y en sus ratos libres suele actuar como presidente.
Con el patriarca de la familia. Aunque valgan verdades, es el viejo el que parece haberse peleado con él por una serie de cuestiones ideológicas similares al arroz con mango. Con Antauro y el resto de la familia ha actualizado el proceder del sano y sagrado con un discurso para los medios y otro para el interior de su administración; el resultado es que sus familiares más directos siguen haciéndose de contratos con el Estado, ocupando sitios de influencia y participando de una gestión por sus cercanías familiares. Ni qué hablar de la familia de Nadine, las verdaderas estrellas, más discretos pero no menos angurrientos.
Con los medios de comunicación. Obviamente, calificarlos hace poco como “gallinazos” suena más a desviar la atención antes que infamarlos, pues la publicidad estatal en los nidos necrófagos sigue siendo millonaria, a pesar del canal propagandístico del Estado. Estos gallinazos —recordemos, los buenos y los malos—, jugaron un papel importante desde que vestía de verde oliva en su levantamiento en el sur del Perú. Dar noticias buenas, señor presidente, tal vez en otro país; aquí los medios sirven para joder, y rásquese nomás.
Con la seguridad. Todos los analistas dicen fue el gran tema ausente en el mensaje, y que Ollanta ha desperdiciado la oportunidad de sacarle brillo a una de sus principales promesas de campaña. En puridad, el tema sí fue abordado en el mensaje, pero en un tono de estadista a la peruana: “me preocupa el incremento de las acciones delictivas del país”, para lo cual ha propuesto impulsar 7 ejes programáticos 2013- 2018 y un recuento para dummies de las adquisiciones policiales. Mientras, en la calle siguen los asaltos y extorsiones, y la policía ya casi no se diferencia de sus perseguidos. Si este es el nivel de respuesta de la primera autoridad, deducimos que Ollanta se ha peleado también con la inteligencia. Y va ganando.
Con la descentralización. Mientras los números vayan azul es urgente acompasar los gastos públicos con programas de carreteras y vías de acceso, afianzar técnicamente el SNIP y meter mano dura a las “coimisiones” por obras que se producen en el interior del país, donde la Contraloría no llega por falta de aire acondicionado. Mientras se mantenga el modelo primario exportador y los precios internacionales sigan bajando, Ollanta tendrá la mejor excusa para justificar el no avance del “milagro peruano” (por cierto, ya es hora de que doña Martha lo incluya en su “diccionario de peruanismos”), y al diablo sus 500 millones de dólares anunciados para infraestructura.
Afuera, mientras el presidente peruano seguía con su alocución obligada al final de su segundo año de mandato, un grupo numeroso de empleados estatales, rojos desembarcados, pro terrucos, filoapristas, y un largo etcétera, dejaban oír su voz entre la niebla pimienta…
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