CAMET Y YO
Por Dante Ramos de Rosas
Acabo de leer el encarte de “La República” acerca de la vida política del congresista Javier Diez Canseco y repasando su historia reparo en sus investigaciones sobre delitos económicos y financieros del fujimorismo fatal cuando se sumerge en ese ventajismo mercantilista del grupo constructor JJC del que fuera ministro de economía Jorge Camet, el popular “papapa”. Ex jefe de ese ente promercantilista llamado SNI.
JJC obtuvo un contrato para hacer la draga del Callao cuando nunca tuvo experiencia previa sobre tal ítem. Menos cárceles. Lo último lo sé bien porque en 1994 este escriba era redactor de “La República”, en Trujillo, y llegó para apoyarnos desde Lima —especialmente delegado por su Director Gustavo Mohme Llona— Miguel Molinari.
Dos eran las tareas a acometer con Miguel. Elevar el diario hasta un límite picante de revelaciones y aligerar la redacción colindante con la mera literatura, lo cual no es periodismo directo.
Una tarea se refería a entrevistar al eterno enemigo de Pepe Murguia, el eterno alcalde de Trujillo. Ese enemigo era el ex aprista y en ese entonces militante democristiano Dr. Manuel Montoya. Nos entretuvo mucho este abogadillo estrafalario con tantos papeles denunciando a Murguia. Su oficina era un laberinto con olor a remedios y su hablar alegre más.
La otra tarea era visitar la cárcel de “El Milagro” en las afueras del distrito de La Esperanza. Recuerdo que visitamos al Director de la cárcel porque habíamos sido referidos por la Cruz Roja Internacional que allí se practicaban torturas a presos senderistas. Fuimos con nombres de pabellones, policías custodios y de reos afectados. Juro que nunca he visto a un oficial PNP sudar tanto como aquella vez. Su rostro delataba el terror de saber que estaba al frente de periodistas cuyos informantes eran de primer orden.
La segunda cosa que hicimos con Miguel fue tomar fotos a las paredes de la cárcel y constatar tristemente que las mismas estaban rajadas, los muros descascarándose y otras tropelías indignas de buenos albañiles pésimamente dirigidos.
El causante del entuerto: la constructora de los Camet. La nota fue publicada a todo meter. Molinari marchose a Lima.
A los pocos días recibí una llamada de un tipo completamente alterado. Era Fernando Camet, hijo del ministro. Protestaba por lo publicado. Le respondí que había hecho la nota y si no estaba conforme viniera a la redacción a desmentirnos. “Oiga, estoy en Huacho haciendo otro penal”. “Igual de malo como el de “El Milagro”, le dije. El tipo me grito “¡cómo se atreve, carajo!”. “Si está lejos envíe su carta notarial”, replique. Adujo que era amigo de los Mohme —también constructores, para variar— . “Señor mío, lo que usted no sabe es que hemos sido comisionados por ellos mismos para hacer la prensa del desmadre edificado aquí en el norte”.
El tipo grito más y amenazó con renunciarme. “Puede hacer lo que le plazca”, le dije con toda saliva. “Quién soy yo frente al desperdicio de dinero de todos los peruanos en una cárcel tan deteriorada”, replique.
A continuación colgué el fono como en una novela mexicana porque el hombre estaba fuera de sí. Maquinaría el despido o no. Seguramente. Pero esta es una muestra muy clara de cómo se manejaban las cosas en la época del chino. El país era una chacra cualquiera. Y los Camet sus pastores mercantilistas obteniendo contratos uno tras otro.
Por la gracia del padre ministro.
Comentarios
sergio T.
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