LAS SORPRESAS DEL SANTO PADRE
Por Teodoro Rivero-Ayllón
El Santo Padre quien -con todo respeto- parece tener un magnífico sentido del humor, ha querido regalarnos por Navidad un hermoso presente: la noticia de que los Tres Reyes Magos que deslumbraron nuestra infancia -Melchor, Gaspar y Baltasar-, no eran del Oriente.
No vinieron hasta el humilde pesebre de Belén con el regalo de su oro, su incienso y su mirra, sobre lentos camellos al paso parsimonioso de la caravana, sino que eran originarios de Andalucía, del puerto pesquero de Huelva, a orillas del Mediterráneo español. (¡Ole, por la Madre España! ¡Cómo se alegrará ahora el Rey Juan Carlos, a pesar de sus dolores a la cadera, quien declaró no hace mucho en la India, a propósito de la crisis mundial que nos agobia, que "¡España está para llorar!").
Pasé un verano inolvidable en Andalucía. Estuve en Huelva, la antigua Oruba romana, con sus célebres minas de Río Tinto y Tharsis, no lejos del monasterio de La Rábida; minas que en tiempos del Rey Salomón eran célebres por su riqueza, y de las que el rey sabio mandó sacar los metales preciosos que refulgían sobre los muros del templo de Jerusalén hace ya treinta siglos!
El obsequio papal nos viene, convenientemente envuelto -y empastado-, en un libro suyo, el último de una trilogía que inició Benedicto XVI, antes de su consagración, en el 2003, cuando aún lucía los hábitos purpurinos del cardenalato. Lo ha lanzado la editorial Planeta y va a ser otro best seller.
La infancia de Jesús, (el último libro del Santo Padre), es ya todo un éxito asegurado. En diez días: tres ediciones, según asegura el cable internacional. Las prensas, muy activas en veintiún idiomas... Y los vendedores, alertas y dispuestos también, para su distribución en cincuenta países.
Con su libro anterior, Jesús de Nazaret, (tirada de un millón 200 mil ejemplares, en siete idiomas), el negocio tampoco les fue mal. Lástima no más que por un vieja pugna entre el Vaticano y la Iglesia cristiana china -que la hay, y muy activa y practicante-, el negocio no pueda ser mayor en ese país ultrafecundo y ultrarrico, de 1 360 millones de pobladores!
Una buena e inteligente amiga me arguye que con esto de los Tres Reyes Magos "españoles", el Santo Padre busca desligar a nuestra Iglesia católica del Oriente islámico. Estos musulmanes, quienes, en venganza por la burla que en nuestros días hace Occidente de Alá y de Mahoma, alfanje en mano, "están degollando cristianos en el África y quemando nuestras iglesias en Nigeria, al grito estridente de Allahu Akbar! (Alá es grande)".
No estoy muy seguro de si mi amiga tiene o no razón en ello. Pero le recuerdo que no puedo perdonar sí, a este papa o al anterior, por otro cambio: el del texto mismo de la única oración que el propio Jesús nos enseñó, el de "perdónanos nuestras deudas", convertido hoy en "perdónanos nuestras ofensas ....", ¡sin que las ofensas tengan nada que ver con nuestras deudas!
Esto es, sin duda, obra del Maligno: del FMI, el Banco Mundial o la Bolsa de Wall Street, que hoy arrojan millones de gentes, sin trabajo -muchos, sin casa, ¡y aún a la invernal intemperie!-, por parques y calles de Europa, de los propios Estados Unidos y aun de la lejana China y de Japón.
De España -insisto-, ni se diga: sólo en Cataluña, acaban de salir a la estampida, millares de peruanos, compatriotas nuestros, con más prisa de la que partieron para allá. En España, con sus 5’778.100 desempleados, donde los propios onubenses, (los naturales de Huelva), quisieran seguir el camino que siguieron, -de ser cierto-, los Tres Reyes Magos andaluces de la leyenda papal. Esto es, irse, escapar desde Huelva hasta Belén -directamente-, aunque los desanimen sin duda, por ahora, los obuses mortíferos que Israel lanza día y noche sobre la franja de Gaza, sobre Palestina, sobre aquella infortunada Tierra Santa, sin respetar siquiera la proximidad de los bienaventurados días navideños.
Allí, donde desde hace siglos, clama en el desierto una voz incomprendida: ¡Gloria in excelsis Deo! ¡Pax hominibus bonae voluntatis! (Gloria a Dios en las alturas. Paz para los hombres de buena voluntad).
Sobre la Resurrección, el Santo Padre nos da esperanzas en su reciente libro. Dice que es históricamente creíble. Compara finalmente a la Iglesia católica con "un barco que se hunde, pero que Jesús siempre está a su lado".
No nos dice que si le Iglesia se hunde (¡y con ella nosotros!), como se hundía el incrédulo Pedro aquella madrugada, cuando sacó el pie de la barca para caminar sobre el lago en tormenta, Jesús le está reprendiendo hoy a nuestra Iglesia católica, apostólica y romana:
- ¡Qué poca fe tienes! ¿Por qué dudas...?
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