EL BOLERO INMORTAL

Por Blasco Bazán Vera
Gran parte de poesías y canciones que leemos y escuchamos tienen su propia fuente de inspiración. El poemario “La amada inmóvil” de Amado Nervo no es sino una evocación a su dulce Ana Cecilia Luis Dailliez, oculto romance, que no permitió que su poemario “Serenidad”, sea el último que escribiera. El amor de esa mujer y su repentina muerte condujeron al famoso poeta mexicano conocer los caminos de la ecuanimidad.
Así como Amado Nervo, muchos grandes y amantes literatos, lloraron antes que él en rimas eternas, su amada. Dante Aligiheri, a Beatriz; Petrarca a Laura: Miguel Ángel, a Victoria Colonna; Mariano Melgar a Silvia. Otros de su generación y en estatura poética, también lo hicieron: Espronceda a Teresa; Isaac a María; Silva a su hermana; Balart a Dolores, Villaespesa… y un largo rosario de dolientes.
Pero, es la poesía quien nos permite ingresar a la música donde hay una canción hermosa que nos hace extraer de los más profundo lo más íntimo de nuestro apego amoroso, se trata de ese bolero eterno, de esa canción inmortal que se llama “Solamente una vez” que al escucharla, sublimiza nuestro espíritu y hace que evoquemos reinas y princesas que pastorearon los jardines de nuestra juventud, tarareando en silencio “Solamente una vez, amé en la vida…solamente una vez, y nada más…”.
Creíamos, me incluyo por supuesto, que esta encantadora canción estaba inspirada en el despecho o en la desilusión que causó una amada irreverente a un desdichado galán, pensábamos que “Solamente Una Vez", es haber recibido por única y primera vez el desprecio convertido en inolvidable experiencia dolorosa, decíamos que aquel bolero no es sino el amoroso sello que une para siempre dos corazones enamorados. Pues, esas elucubraciones, eran equivocadas.
Lo cierto es que, cuando el famoso tenor mexicano José Mojica, nacido en Jalisco, México, el 15 de setiembre de 1896 - leyó la conmovedora vida de San Francisco de Asís quedóse tremendamente impactado. Le había gustado la vida angélica del santo y quiso vivir como él. Dejar atrás sus inmensos caudales, su prestigio de tenor de América, sus debuts en las principales salas de Nueva York, sus muchas películas gravadas, su prestigio en la meca del cine y sus incontables amores vividos con bellas mujeres del mundo del espectáculo. El año 1941 viajó al Perú y fue al Cuzco en compañía del historiador Eduardo Enrique Ríos, del arqueólogo Alberto Escalona y de su pianista Miguel García Mora y al visitar el convento de los Francisanos el angélico ambiente lo terminó por convencerlo.
El Mejicano José Mojica, adinerado y famoso, andando errante y vacilante en sus conocimientos acerca de la fe católica y de la iglesia, había encontrado en el libro San Francisco de Asís”, de Paul Sabatier, la maravillosa vida que ansiaba seguir, y a las 46 años, decidió hacerse hermano sacerdote franciscano.
Pensó en sus amigos, las glorias de la vida, los triunfos merecidos, sus inmensas propiedades materiales, su profesión de ingeniero agrónomo, veterinario, hablaba cuatro idiomas, sus bellas mujeres y… en las humildes sandalias que en adelante deberían vestir sus andariegos pies.
Regresó a Argentina y estando en Buenos Aires, él y el famoso compositor Agustín Lara, fueron invitados por su gran amigo el famoso cantor Pedro Vargas a una reunión familiar. Allí, José Mojica les anunció su drástica decisión de abandonar la vida mundana y dedicarse al sacerdocio.
Ambos amigos, Vargas y Lara, quedáronse anonadados ante lo que escucharon. La noticia fue contundente. Agustín Lara se levantó de su asiento, caminó hacia la calle y rato después regresó y entregó al reputado tenor Pedro Vargas la letra de una nueva canción, de un bolero inmortal, llevaba por título “Solamente una vez”, dedicada a su amigo José Mojica y no a uno de los tantos amores como siempre habíamos pensado. Así nació ese inmortal bolero para un hombre que antes de quedarse solo se quedó con Dios, y para siempre y… solamente una vez.
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DIO
ivonne velezmoro