LECCIONES DE LA MADRE PATRIA

Hace diez años, cuando llegué a España, el país se encontraba en un momento espléndido de su historia política. El gobierno del Partido Popular condujo a la piel de toro a una era de prosperidad sin parangón en el siglo XX. ¿Qué pasó con esa España? Tras un atentado islamita, jamás aclarado del todo, el Partido Socialista regresó al poder, cuando nadie lo esperaba.
Pocos meses antes de las elecciones, estuve con José Luis Rodríguez Zapatero en Ferraz, la sede del PSOE. ZP se acercó a un grupo de peruanos para preguntarnos si era cierto lo que se contaba en los corrillos de la política ibérica. "¿Es verdad que cuando Alan García habla tenéis que cambiar de canal para que no os convenza?", sonrió el buen ZP. Todos reímos por la broma. Pero antes de marcharse, el futuro Atila progresista, se despidió diciendo: "Admiro mucho la oratoria de vuestro expresidente". Por entonces -año 2002- el Alan que yo recordaba era el del Aprocalipsis. El del perro del hortelano no había nacido. Pensé, por dentro, que si ese señor tan amable admiraba a García, era una mala señal.
Y lo fue. En el poder, ZP, un político absolutamente ideologizado, inició un gobierno de izquierda que hizo crecer al Estado repartiendo subvenciones y prebendas y creando una economía artificial insostenible a mediano plazo. Cuatro años de limosnas públicas -justo lo que planea el humalismo- le abrieron las puertas a la reelección. Pero el Estado de bienestar llevado al extremo es insostenible. Alguien tiene que pagar lo que los políticos regalan a manos llenas. Hoy, Europa sufre las consecuencias del despilfarro. ZP, un soñador empedernido, pensaba que la economía se doblega ante la mera voluntad. Un voluntarista, como el Che Guevara. Para reelegirse, negó en todos los idiomas que la crisis afectaría al país. Finalmente, el espejismo de su política se rompió. Resultado: cinco millones de desempleados, la mayor cifra en la historia de España. La Madre Patria quebrada y su partido, el PSOE, arrastrado por los suelos.
Como siempre, la izquierda no supo gobernar cegada por sus utopías. Lo peor de Zapatero fue que actuó contra la realidad. Los caricaturistas lo dibujaban retozando, como Alicia en el país de las maravillas. Cuando todo era felicidad y el PSOE malgastaba las arcas que la derecha llenó, ZP alimentó el resentimiento y abrió las heridas de la guerra civil. Igual que sus imitadores subdesarrollados lo intentan en el Perú, lo hizo bajo el prurito de la "justicia" y "la memoria histórica". Justicia no es venganza. Justicia no es perseguir a un solo bando. No hay justicia en culpar a la mitad de un país de las desgracias del resto.
Y lo fue. En el poder, ZP, un político absolutamente ideologizado, inició un gobierno de izquierda que hizo crecer al Estado repartiendo subvenciones y prebendas y creando una economía artificial insostenible a mediano plazo. Cuatro años de limosnas públicas -justo lo que planea el humalismo- le abrieron las puertas a la reelección. Pero el Estado de bienestar llevado al extremo es insostenible. Alguien tiene que pagar lo que los políticos regalan a manos llenas. Hoy, Europa sufre las consecuencias del despilfarro. ZP, un soñador empedernido, pensaba que la economía se doblega ante la mera voluntad. Un voluntarista, como el Che Guevara. Para reelegirse, negó en todos los idiomas que la crisis afectaría al país. Finalmente, el espejismo de su política se rompió. Resultado: cinco millones de desempleados, la mayor cifra en la historia de España. La Madre Patria quebrada y su partido, el PSOE, arrastrado por los suelos.
Como siempre, la izquierda no supo gobernar cegada por sus utopías. Lo peor de Zapatero fue que actuó contra la realidad. Los caricaturistas lo dibujaban retozando, como Alicia en el país de las maravillas. Cuando todo era felicidad y el PSOE malgastaba las arcas que la derecha llenó, ZP alimentó el resentimiento y abrió las heridas de la guerra civil. Igual que sus imitadores subdesarrollados lo intentan en el Perú, lo hizo bajo el prurito de la "justicia" y "la memoria histórica". Justicia no es venganza. Justicia no es perseguir a un solo bando. No hay justicia en culpar a la mitad de un país de las desgracias del resto.
En el Perú es mucho más lo que nos une que aquello que nos separa. La manera de combatir las diferencias no es atizando el odio ni fomentando la violencia. Hay que perdonar, ser solidarios y trabajar, uno mismo, sin esperar que otro lo haga por ti, mucho menos el Estado. Y lo que se tenga que juzgar se debe hacer con equidad, sin odios de por medio. Aprendamos de los errores de España. El auténtico cambio empieza por nosotros mismos. Porque del gobierno, es poco lo que debemos esperar.
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