¿ALGUIEN HA VISTO AL ‘LOCO’ NELSON?



Por Ramón Requena. Periodista (*)

Se me perdió. Hace mucho tiempo que no sé qué es de su vida, qué han sido de sus locuras y qué han hecho de él sus espectaculares borracheras.

Ya debe haber pasado fácilmente los sesenta, o sea que tal vez no lo reconozca si lo veo, o si lo cruzo en la calle, en esas mal cuidadas callejuelas de Balconcillo, muy cerca del estadio aliancista, donde no se podía andar a la descuidada por culpa de los choros si eras foráneo, donde la luz artificial era tenue al caer la noche, donde una mañana de invierno dejamos ebria a Gisela, entonces guapa y siempre arrebatada, pero donde el ‘loco’ Nelson se movía como pez en el agua porque allí creció, en el segundo piso, en un pequeño departamento en uno de esos edificios que construyó Belaunde, donde vivía con su familia de cinco personas, a orillas de la avenida México, con todo ese viejo historial de burdeles y el inconfundible olor a semen, y enfrente de la casa que Mercedes heredó de su viejo, aquella mujer que alguna vez consiguió volverme adicto a sus piernas cuando aún estudiaba en la universidad.

¿Qué habrá sido de la vida del ‘loco’ Nelson?

Fue uno de mis mejores patas, mi mejor amigo, aunque Nelson era amigo pero amigo de verdad no a las mentiritas, de todo el mundo. Lo conocí en mi época de obrero en esa enorme firma que estaba al inicio de la avenida Argentina: G. Berckemeyer Co., que también ya desapareció. Me encontré el año pasado al asesor legal de esa empresa caminando por la avenida Larco, muy cerca de donde alquilaba un departamento antes de partir a Francia, y pudo decirme que el imperio quebró por la ambición de sus herederos y el culpable fue precisamente un hijo adoptado. Vaya uno a saber lo que mete en su casa.

Así que Nelson era tan obrero como yo y como los demás compañeros de la chamba. Y era de los mejores como trabajador. Rendía el doble que todos nosotros, no caminaba, casi corría en pos de los productos que demandaba la orden de compra en la Droguería, que era la sección donde laborábamos, tenía un físico envidiable y un carácter de niño, pero bronqueaba como los mejores también como buen hijo de la ‘rica vicky’, y por eso era el primero en saltar cuando nuestras juergas de los viernes después de las 4 en la cantina de Hiroito, en la esquina de la misma cuadra, terminaban en bronca con los colegas de Diamante, que también acertaban a tomar sus chelas en el mismo hueco con el piso casi cubierto de aserrín y esas sillas de madera que no se podían levantar porque pesaban un huevo. “ .. pa que no se rompan peee ..”, asi contestaba el japonés cuando le reclamábamos por esas sillas que no servían para la bronca, porque “…en una verdadera cantina, las sillas deben romperse chino de m…”.

Y de puro amargos y golpeados, nos íbamos a La Catedral, que se derrumbó de puro vieja (¿por qué no la compró Vargas Llosa?), al lado de la Plaza Unión, para continuar nuestra alegre y siempre bulliciosa borrachera, y donde un día el chato ‘cirifilo’ Quiñones, jugaba pelota como un endemoniado, que se había ido al baño y no regresaba, nos preocupó y fue precisamente el ‘loco’ Nelson a buscarlo. Lo encontró hecho un camote morado, pues como todos los viernes, habíamos cobrado, y los amigos de lo ajeno que no se pierden una, intentaron asaltarlo sin saber que el chato no dejaría que se llevaran su platita y se defendió como un gigante.

Lo cierto es que no he vuelto a tener borracheras semejantes en mi azarosa y colorida vida, ni amigos tan verdaderos como en mi etapa de obrero, por eso ahora, lejos de mi tierra y lejos de todos, extraño al ‘loco’ Nelson, ese amigo con nariz de perico, raya al costado y bucles a la izquierda, que se fajaba por sus amigos sin medir las consecuencias, qua era capaz de entregarte su sueldo si te hacía falta, que lloraba por su pequeña hija, porque era separado, cuando le entraba la nostalgia, que tenía mirada de niño y sonrisa de ángel a pesar de su fortaleza, y que un día, cuando yo ya era un periodista recorrido y hacía tiempo había abandonado a mis amigos obreros, se quedó sin trabajo y con muchos años encima, y tal vez por eso o por hambre, me contaron que lo habían visto mendigar unos soles a los viejos conocidos.

¿Por qué el destino a veces puede ser tan cruel con la gente buena?

(*) Desde Francia.

Comentarios

Anónimo ha dicho que…
que romantiicoooooo.... jajaja saluditos, me gusto el articulejo. B. R.
Anónimo ha dicho que…
Sera loco como el delicado loco Dante JAJAJAJAJ... RENAT.
Anónimo ha dicho que…
Busca personas RPP mi querido Ramon, asi yo encontré a un amigo de la escualita fiscal de paita. Un abrazo. Jorge Vera
Anónimo ha dicho que…
Oassss.. vieron ayer cuarto poder: Trujillo nuevbamente en el centro de la noticia: el milagro, el INPE y el poder judicial todo está podrido, la delincuencia nos ganará la batalla??? VEro.- upn
Anónimo ha dicho que…
buena pluma... mas alla de los textos juridicos bienvenida la nostalgia. Un abrazo, Marco. G.

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