EL PÁNICO DE LA ULTRADERECHA

Por Ramón Requena (*)

Han pasado ya más de dos semana de las elecciones en el Perú y recién empiezo a recuperarme del golpe bajo de los resultados de la Primera Vuelta.

La hija que permitió la tortura y el vejamen público a su madre cuando el padre la trató de loca porque denunció la corrupción de sus cuñadas, la misma que permitió el saqueo del Estado, esa misma que nunca ha trabajado y que sigue viviendo del dinero de todos los peruanos, esa señora, ha pasado a la segunda vuelta, y su hermanito Kenyi, una joyita irreverente que tampoco trabaja y además entrañable compañero de Montesinos, resulta el más votado.

Pero lo curioso y trágico de todo esto, sin embargo, es el huaico de arrebatos y pataletas de pánico de la pituquería más recalcitrante de Lima contra la elección masiva de Humala a la siguiente ronda, que ya no es un desconocido en la política nacional desde que se reveló en armas contra el gobierno del viejo Fujimori siendo oficial del Ejército, y por consiguiente, a punto de convertirse en Presidente de la República si sabe conseguir el voto de los candidatos que quedaron fuera de carrera.

El nuevo encumbramiento nacional del “cholo” Humala ha vuelto a despertar de sus profundos y corrompidos sueños de opio, a la ultra derecha peruana. ¿Tuvimos verdadera Derecha política alguna vez en este país?

A mi modesto entender, no. Que nos ilustre mi dilecto amigo Dante Ramos para el caso. Tal como lo veo, y lo veo hace ya más de 40 años, el cartelito de Derecha solo, y siempre, sirvió a la clase dominante, heredera de las fortunas de otrora contrabandistas y esclavistas de la colonia, como careta para camuflarse dentro del sistema democrático impuesto durante la República para que siguieran practicando la autocracia, que llevan como maldición en sus genes, sin que el verdugo de la ley de todos los alcance.

Las expresiones vergonzantes de esa ultraderecha que se pueden leer por estos días en los blogs, nos permite comprobar un país profundamente dividido entre dos clases: los tolerantes (el pueblo) y los intolerantes (la plutocracia). “Serranos de mierda”, “.. mejor pagarles la multa a la empleadas para que no voten por Humala”, son algunas de las humillaciones que se pueden encontrar en internet, son la pintura fresca y roja de una clase podrida y sin remedio que durante los años del terrorismo se escondió mientras los liberábamos del enemigo, con el viejo Fujimori estiraron la mano para recibir humillados las migajas de Montesinos, con Toledo se reacomodaron para reclamar contratos con el Estado, y al ingenuo de García, solo tuvieron que pasarle la mano por el lomo para que siguiera pensando que El Perro del Hortelano era la encíclica que la derecha había estado esperando por generaciones, mientras los dejaba continuar en su infatigable tarea de acumular fortuna mal habida.

Triste país, lo dijo Gonzales Prada y se lo preguntó Vargas Llosa. Pero valgan verdades, los ultra política y moralmente honestos no me preocupan, los hay en todas partes y ahora mismo en Europa sirven para balancear el poder de la derecha y la izquierda; los que me preocupan son esos indeseables que no tienen la menor desfachatez de mostrar su cobardía ante una evidencia democrática y legal que, según ellos, a futuro, los perjudica.

Son los mismos que antes repartían licor y coca a los indios en la Sierra para que siguieran votando por el mismo patrón que los explotaba hasta matarlos de hambre y sufrimientos. Son los proxenetas del sistema que corrompen el espíritu sano y la buena fe de las leyes para su especulativo beneficio. Son la gente que no pertenecen a nadie ni a nada, son los que rechazan la ley y el orden, son sujetos sin patria, sin mundo y sin hermanos, menos amigos; son los que te traicionan fácilmente, no faltan a misa los domingos y son intimos de los curas, vienen ataviados de cortes hipocrecía y buenos trajes, pero es solo para darle tinte de formalidad al robo y la explotación.

Son ellos los que llaman “marrones” a sus compatriotas trigueños en las exclusivas playas de Asi al sur de Lima.

Francia, la histórica, desde donde les escribo, solo pudo contener esa brutalidad egoísta degollando la cabeza de su rey y su reina … entonces progresó y hoy es potencia. Hay que levantar la guillotina, no hay otra salida, es la leccion de la historia.

(*) Desde Francia