REGIS O EXPLICACIONES A UN CABO DE GUARDIA

Por Dante Ramos de Rosas
Calcomanías y guardafangos adornaban mis ojos cada vez que, de niño, transitaba por las calles de Chiclayo. Allí estaba su poderosa imagen convocatoria de manes, fanáticos y adversarios.
Regis Debray es un ex socialista francés reconvertido al ecologismo que admiraba el proceso castrista en Cuba y a su adlater “el Che” Guevara como exportador fallido de revoluciones. Igual se embarcó bajo ese pretexto comisionado de un diario francés para hacerle una entrevista en la sierra boliviana en 1967.
A Regis lo acompañaba el pintor argentino Ciro Bartes en esos extravíos (digo extravíos porque la operación guerrillera no se había planificado en sus anticipos antropológicos sobre la zona). El pastor o campesino boliviano era cerril, hermético. Lo que el “che” y cia les hablaban se estrellaba contra procesos efectuados desde 1952 ya que ese año el finado liberal después (pero en esa época feroz nacionalista), de Víctor Paz Stenssoro hizo la reforma agraria y dio tierras a los campesinos y sus comunidades. Asi que el “che” estaba perdido.
Regis, que era un muchacho esbelto y gringazo no podía soportar la intemperie y la escasez de comida. Asi que un buen día se amargó y le dijo al “che” que le facilitara el regreso. Craso error del “che” al dejarlo marchar con el amigo pintor porque las tropas los seguían de cerca y entonces Regis fue interceptado. Bastó verlo asustado para que la tropa no hiciera mayor esfuerzo en verlo cantar el destino de Guevara. Por eso es que a Regis los castristas lo consideran un traidor total.
Regis, que por algo era bien francés, osea con clásicos sentimientos de culpabilidad, no le quedó otra que usar su imaginación para con el amigote fallecido. Con el pintor deben haberse puesto a cavilar como conservaban su imagen y lo hacían más masivo y juvenil que nunca. Como la década del 60 y 70 era la del film “Easy rider”, y los hippyes con jovenes que ruteaban por medio mundo tratando de encontrar un paraiso que nunca llegaría deben haber dormido mal un par de noches bajo el influjo de alguna pepa o yerba santa y arrojaron a la palestra el diseño de serigrafias con el rostro del “che” a disponerse en sus múltiples usos en calcomanías, tapabarros y espejos traseros de los camiones, buses y combis de la época.
Así se popularizó la imagen del “che” y no murió sino que se mantuvo.
No por nada Regis se dedica ahora a cultivar algo llamado imagología, es decir la ciencia y trato de la imagen, del como alguien por más dura o muerta que sea su personalidad puede salir a flote asi esté en muerte civil o velándose en la capilla del último de los sacerdotes vírgenes de la Iglesia de la Medalla Milagrosa, en San Andrés, Trujillo, allí donde nunca me confesé pero sí chapamos con algunas noviecitas del colegio San Vicente de Paul en la Av. Larco.
Esa avenida tan loca, tan fuera de sí.
Calcomanías y guardafangos adornaban mis ojos cada vez que, de niño, transitaba por las calles de Chiclayo. Allí estaba su poderosa imagen convocatoria de manes, fanáticos y adversarios.
Regis Debray es un ex socialista francés reconvertido al ecologismo que admiraba el proceso castrista en Cuba y a su adlater “el Che” Guevara como exportador fallido de revoluciones. Igual se embarcó bajo ese pretexto comisionado de un diario francés para hacerle una entrevista en la sierra boliviana en 1967.
A Regis lo acompañaba el pintor argentino Ciro Bartes en esos extravíos (digo extravíos porque la operación guerrillera no se había planificado en sus anticipos antropológicos sobre la zona). El pastor o campesino boliviano era cerril, hermético. Lo que el “che” y cia les hablaban se estrellaba contra procesos efectuados desde 1952 ya que ese año el finado liberal después (pero en esa época feroz nacionalista), de Víctor Paz Stenssoro hizo la reforma agraria y dio tierras a los campesinos y sus comunidades. Asi que el “che” estaba perdido.
Regis, que era un muchacho esbelto y gringazo no podía soportar la intemperie y la escasez de comida. Asi que un buen día se amargó y le dijo al “che” que le facilitara el regreso. Craso error del “che” al dejarlo marchar con el amigo pintor porque las tropas los seguían de cerca y entonces Regis fue interceptado. Bastó verlo asustado para que la tropa no hiciera mayor esfuerzo en verlo cantar el destino de Guevara. Por eso es que a Regis los castristas lo consideran un traidor total.
Regis, que por algo era bien francés, osea con clásicos sentimientos de culpabilidad, no le quedó otra que usar su imaginación para con el amigote fallecido. Con el pintor deben haberse puesto a cavilar como conservaban su imagen y lo hacían más masivo y juvenil que nunca. Como la década del 60 y 70 era la del film “Easy rider”, y los hippyes con jovenes que ruteaban por medio mundo tratando de encontrar un paraiso que nunca llegaría deben haber dormido mal un par de noches bajo el influjo de alguna pepa o yerba santa y arrojaron a la palestra el diseño de serigrafias con el rostro del “che” a disponerse en sus múltiples usos en calcomanías, tapabarros y espejos traseros de los camiones, buses y combis de la época.
Así se popularizó la imagen del “che” y no murió sino que se mantuvo.
No por nada Regis se dedica ahora a cultivar algo llamado imagología, es decir la ciencia y trato de la imagen, del como alguien por más dura o muerta que sea su personalidad puede salir a flote asi esté en muerte civil o velándose en la capilla del último de los sacerdotes vírgenes de la Iglesia de la Medalla Milagrosa, en San Andrés, Trujillo, allí donde nunca me confesé pero sí chapamos con algunas noviecitas del colegio San Vicente de Paul en la Av. Larco.
Esa avenida tan loca, tan fuera de sí.
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