AMOR AL CHANCHO

Envío de Carlos Vallejos
Por Fritz Du Bois
La saga de los agentes rusos que tenían conexión peruana terminó como una novela de la Guerra Fría con un intercambio de espías. Desde que los arrestaron hasta que se declararon culpables y los deportaron transcurrieron solo diez días, menos tiempo de lo que le toma a nuestra Policía abrir una investigación.
Hay una lección en ello: los temas con visos de volverse complicados hay que despacharlos a la velocidad de un rayo. Por otro lado, había un aspecto que llamaba la atención, y era la facilidad con la que la mayor parte de este grupo había pasado, sin pausa, de estar al servicio de la dictadura del proletariado a trabajar para la nueva oligarquía rusa.
Incluso, desde un comienzo, lo único que se mencionó fue dinero, ya sea en sobres y bolsas de plástico entregados en parques limeños o en la propiedad de casas en suburbios residenciales de Nueva York. Finalmente, parece que lo que decidió a nuestra compatriota a tomar el avión al exilio fue el ofrecimiento de una jugosa pensión.
Claramente, estos no eran espías arriesgando su vida por una ideología, sino partícipes en el negocio de la seguridad y la información. Ahora que, supongo, dejan el servicio del Estado ruso, seguro que se ofrecen a espiar para el sector privado al mejor postor. Mismo 'petroaudios’.
Incluso, desde un comienzo, lo único que se mencionó fue dinero, ya sea en sobres y bolsas de plástico entregados en parques limeños o en la propiedad de casas en suburbios residenciales de Nueva York. Finalmente, parece que lo que decidió a nuestra compatriota a tomar el avión al exilio fue el ofrecimiento de una jugosa pensión.
Claramente, estos no eran espías arriesgando su vida por una ideología, sino partícipes en el negocio de la seguridad y la información. Ahora que, supongo, dejan el servicio del Estado ruso, seguro que se ofrecen a espiar para el sector privado al mejor postor. Mismo 'petroaudios’.
Por otro lado, ha sido llamativo cómo algunos quisieron exportar la teoría de la conspiración tan frecuente en nuestro medio. La sola idea de que existiera una periodista peruana involucrada en espionaje y viviendo de los ingresos que este le reportaba era inaceptable, tenía que haber gato encerrado. Así que elaboraron la teoría de que el aparato represivo norteamericano había inventado esa patraña para silenciar a una crítica a su política. Parecía la década del 70, cuando todo lo malo que ocurría era culpa de la CIA.
Ahora que ha quedado confirmado no solo que la periodista sí era espía sino que, además, no lo era por ideología sino por amor al chicharrón, también ha quedado al desnudo la facilidad con la que saltamos a la conclusión de que siempre hay algo oculto cuando se trata del Estado. Es un preocupante reflejo de la paranoia con la que se analiza la situación en muchos de nuestros medios, así como de la desconfianza que tienen los peruanos hacia sus gobiernos. Al final resultó que el Estado norteamericano tenía razón. Otra lección que nos deja este episodio para la reflexión (Peru.21).
Ahora que ha quedado confirmado no solo que la periodista sí era espía sino que, además, no lo era por ideología sino por amor al chicharrón, también ha quedado al desnudo la facilidad con la que saltamos a la conclusión de que siempre hay algo oculto cuando se trata del Estado. Es un preocupante reflejo de la paranoia con la que se analiza la situación en muchos de nuestros medios, así como de la desconfianza que tienen los peruanos hacia sus gobiernos. Al final resultó que el Estado norteamericano tenía razón. Otra lección que nos deja este episodio para la reflexión (Peru.21).

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