VERÓNICA

Por Guillermo Rebaza

A Verónica la conocí cuando tenía 19 años en un bus horrriibllle de Tepsa, del viejo Tepsa. Yo tenía un par de años más que ella, me parece, y recuerdo que viajamos sentados uno al costado del otro desde Arica hasta Lima. Yo venía de Santiago con mi mochilita y cuatro reales. Me parece que fue en Moquegua o en Arequipa que me animé a invitarle –dominado por los nervios– un poco de "algo" que se parecía a cancha.


Como viajaba misio, lo único que se me ocurrió invitarle a esa chiquilla, lindísima, era cancha.


Del viaje ya no recuerdo nada más, pero cuando llegamos a Lima ya le decía "Vero" y días después "Ángelus", porque era eso, un ángel. Aunque pensándolo bien no siempre era un ángel. Como buena chilena a veces me maltrataba, pero yo normal nomás, me hacía el loco porque estaba recontra tem-pla-da-zo.

Nos enamoramos y vivimos hermosas locuras como dos años (o de repente menos, qué malo soy para calcular tiempos plagados de amores), hasta que desaparecí de su vida o ella desapareció de la mía, no recuerdo qué pasó.

Cuando volví a visitarla –mismo John Lennon, después de una juerguita de unos meses– tenía enamorado. Se llamaba Carlos, el pendejo, y fue el primero que me recibió con un fuerte abrazo, como diciéndome gracias, hermano, por traer al barrio (Breña) una preciosura como Verónica, ahora es mi hembrita. Pero tómate un trago, comparito, te ves como pálido, ¿vienes de lejos?


No me quedó otra que abrazarlo, fueeeerrte también, para evitar el roche y parecer un chico bueno, qué lindo era el Guille de entonces!!!


Cuando al día siguiente desperté de la borrachera estaba abrazado, pero de Carlos, que por lo visto también se la había pegado conmigo pero obviamente por razones muuuy distintas, yo muerto de pena y ese huevón feliz de la vida…

Mi Vero no estaba, y la Vero del imbécil de Carlos parecía que sí, porque un rictus de perverso gozo dominaba su rostro.

Pasaron los años y de vez en cuando visitaba la calle Olmedo, del rico Breña, a preguntar por Vero, que para entonces ya vivía con Carlitos en París (Carlitos, qué remedio, tengo que recordarlo con afecto). Sólo supe que estaban en Francia porque algún vecino se apiadó de mí y me pasó el dato. Fue mucho tiempo después, cuando yo ya había regresado de Europa.


Lo penúltimo desgarrador pero cojudísimo que hice, de esto hace unos diez años, fue pasar por Olmedo como a las tres la mañana, pletórico de vinos, y preguntar a viva voz por mi Vero. Lloraba ríos, y no exagero, pero nadie contestó, salvo el guachimán del barrunto, que medio dormido me dijo que si no me largaba me sacaba la mierda y que si me ponía bravo venían sus compañeros y me dejaban colgado de un poste.

Entonces lo tuve clarísimo: hace muchísimos años que Vero ya no existía en mi vida. Ella nunca más supo de mí y no sé qué hacía en esa reja aturdido y llorando entre las sombras del recuerdo. Es más, a estas alturas mi Vero debe de estar gorda, con rollos doble hoja (y aloe vera) por todo el cuerpo y además renegona.


Y yo peor: algo panzón, melancólico y cada vez más rojo (políticamente hablando, por cierto). Bien dice Saramago, carajo, y es verdad: mientras más viejo más libre y mientras más libre más radical.


Hace unos meses le conté esta historia a un amigo chileno que conocí en Estocolmo. Me sugirió que buscara a Verónica a través de un yahoo.group que conecta a miles de chilenos dispersos en el mundo. Diáspora chilena se llama esta red.

En realidad no tenía la menor intención de involucrarme en su vida. Pero algo debía de hacer como acto final de esta historia. Entonces me senté frente a la máquina y con lágrimas ya resecas le escribí algo muy breve y le envié esta canción, por sí aún me recuerde:


Por ti,
por ti brilló mi sol un día
y cuando pienso en tí brilla de nuevo
sin que lo empañe la melancolía
de los fugaces amores eternos.
Donde quiera que estés,
te gustará saber
que te pude olvidar y no he querido,
y por fría que sea mi noche triste
no echo al fuego ni uno solo
de los besos que me diste.
Donde quiera que estés...
acuérdate de mí.


Y AQUI UN VIDEO POR NOSOTROS


(tomado de mis apuntes para una selección de relatos titulada El olor de tu sexo, de pronta publicacion)

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