MAMITA QUERIDA

Por Dante Ramos de Rosas
“Monmi dearest” es un film de la loca Joan Crawford y Bette Davis, el alma más sabia y chismosa del partido republicano –el otro atroz chismoso era Truman Capote: Una vez contó que Marilin Monroe no tenía vello púbico rubio-, gran amiga de Ronald Reagan y que se llevó a la tumba mil secretos de toda la tropa del arte y la política hasta límites de inframundos.
El caso es que esta película habla de la tirante relación entre una madre y su hija. Diria que es la version gringa de “La casa de Bernarda Alba”, donde el escritor gay Federico García Lorca muestra a la mujer en total sumision.
Un día de los ochentas me tocó dominguear en el trujillo de mis amores en la casa del poeta y hoy abogadazo Duncan Sedano. Duncan ganó con Miguel Pajares el concurso de poemas Lundero del conservador diario filomurguista La Industria. Duncan vivía en El Golf, urbanizacion creada por el finado Guillermo Ganoza, productor de alegres embustes en el Banco Nor Perú.
Concurrió al almuerzo Luis Eduardo García, poeta joven del Perú 1986, premiado por Cuadernos Trimestrales de Poesia en la tradición de Heraud o César Calvo.
La madre del boga es una mujer inteligente e hiperactiva con síndrome de “mama gallina”. Muy posesiva con Duncan. Era antropóloga y muy directa en lo que decía. Conversaba mucho. Habían venido de la sierra asustados por los bombazos senderistas. El padre conoció a la madre en los setentas en una redada comunista. Ella repartía volantes y terminó en un calabozo. El padre había sido polícia y surgió el “síndrome de estocolmo”, pues la díscola muchacha se enamoró del agente policial hoy también hombre de leyes.
Me cuenta Rina que en esa época andaba con la feminista Rina Varea a la que ya le perdió la pista – menos mal– y con el aprendiz de poeta César Hildebrandt: el chato, muy calladito, andaba enamorado de una chica colombiana de rizos dorados.
Ese domingo almorzábamos jugosos tallarines rojos y bebíamos vino. La madre nos comtemplaba al borde de la mesa. Casi una diosa, casi juzgándonos, y nos espetó: “¿A ver chiquitos, alguno de uds. ha querido alguna vez matar a su madre?”.
El primero que se atragantó fue Luis Eduardo. Miró a Duncan que hizo un gesto ofuscado o se nubló. Miguel se evadió, o sea como siempre piscis. Como yo sabía que la madre tenía sicoanalisis freudiano encima, trate de manejarme lo mejor posible. Era amiguisima de la Varea, que era gentita de sicología de la Católica, facultad tan complicada por Lacan y lo fálico. No reaccioné mal. Mencioné el mito del Edipo invertido y las crisis de adolescentes por no salir a tantas fiestas como deseábamos. Yo mismo un día fui con mi madre a una fiesta. O sea que ubiqué el debate.
Luis Eduardo paró en seco a la tía diciéndole que en plena mesa no podíamos conversar ello o en todo caso parabamos el almuerzo y a la sala a conversar el deschave. Miguel ya no sé ni qué dijo. Su silencio lo explicaba todo. Años más tarde su madre moriría y él era muy pegado a ella. Jamás hubiera pensado semejante cosa. Duncan si llevaba una relación mutuamente tensa con su madre. No recuerdo nada que haya comentado.
El destino de nuestra relacion con las mujeres debiera ser dicho, porque nada es casual. Miguel pajares se casó y tuvo algunos escarceos amorosos previos por allí y por allá. Yo me divorcio estos días y ando loco tras cinturitas, exotismo de ébano (influencia de Paco, el de los Festivales imposibles, vamos), etc. No me he peleado con ninguna mujer. La mariconada está lejos… eso espero.
Luis Eduardo estuvo a punto de casarse pero no lo hizo, incluso lo anunció por La Industria y toda la vaina. Amo muchísimo a su madre. Sus libros lo dicen. En 1989 me invitó a su casa en chulucanas y pude comprobar que adoraba a su madre. Su padre era regidor de izquierda y tipo práctico pero un día, por el centro de Piura, lo vio y le dio dinero con sus ojos perdonavidas como diciéndole “Sí, te entiendo, disfruta la libertad cultural”. Sabía muy bien que la política es algo horroroso y la literatura lo único bello. Pero seguro en sus adentros diríase “lo político es lavar platos rotos y sucios, alguien tiene que hacerlo, mierda”.
Duncan se casó el 2008, feliz como una lombriz, y me cuentan que gusta pasearse junto a ella, su esposa, por el centro de Trujillo, como descubriendo a cada paso el amor. Lo que espero para todos es que nos vaya bien o nos acerquemos a ello. Creo que andamos en esas.
¿Y la señora Rina en qué quedo? Nada más ilustrativo que una conversa entre ella y su marido Orlando una vez: “Tú eres un machista”, le gritó. Y él: “Al contrario yo no soy machista, soy hembrista”. Y ella complacida asintió y le dio un beso. Fin.
“Monmi dearest” es un film de la loca Joan Crawford y Bette Davis, el alma más sabia y chismosa del partido republicano –el otro atroz chismoso era Truman Capote: Una vez contó que Marilin Monroe no tenía vello púbico rubio-, gran amiga de Ronald Reagan y que se llevó a la tumba mil secretos de toda la tropa del arte y la política hasta límites de inframundos.
El caso es que esta película habla de la tirante relación entre una madre y su hija. Diria que es la version gringa de “La casa de Bernarda Alba”, donde el escritor gay Federico García Lorca muestra a la mujer en total sumision.
Un día de los ochentas me tocó dominguear en el trujillo de mis amores en la casa del poeta y hoy abogadazo Duncan Sedano. Duncan ganó con Miguel Pajares el concurso de poemas Lundero del conservador diario filomurguista La Industria. Duncan vivía en El Golf, urbanizacion creada por el finado Guillermo Ganoza, productor de alegres embustes en el Banco Nor Perú.
Concurrió al almuerzo Luis Eduardo García, poeta joven del Perú 1986, premiado por Cuadernos Trimestrales de Poesia en la tradición de Heraud o César Calvo.
La madre del boga es una mujer inteligente e hiperactiva con síndrome de “mama gallina”. Muy posesiva con Duncan. Era antropóloga y muy directa en lo que decía. Conversaba mucho. Habían venido de la sierra asustados por los bombazos senderistas. El padre conoció a la madre en los setentas en una redada comunista. Ella repartía volantes y terminó en un calabozo. El padre había sido polícia y surgió el “síndrome de estocolmo”, pues la díscola muchacha se enamoró del agente policial hoy también hombre de leyes.
Me cuenta Rina que en esa época andaba con la feminista Rina Varea a la que ya le perdió la pista – menos mal– y con el aprendiz de poeta César Hildebrandt: el chato, muy calladito, andaba enamorado de una chica colombiana de rizos dorados.
Ese domingo almorzábamos jugosos tallarines rojos y bebíamos vino. La madre nos comtemplaba al borde de la mesa. Casi una diosa, casi juzgándonos, y nos espetó: “¿A ver chiquitos, alguno de uds. ha querido alguna vez matar a su madre?”.
El primero que se atragantó fue Luis Eduardo. Miró a Duncan que hizo un gesto ofuscado o se nubló. Miguel se evadió, o sea como siempre piscis. Como yo sabía que la madre tenía sicoanalisis freudiano encima, trate de manejarme lo mejor posible. Era amiguisima de la Varea, que era gentita de sicología de la Católica, facultad tan complicada por Lacan y lo fálico. No reaccioné mal. Mencioné el mito del Edipo invertido y las crisis de adolescentes por no salir a tantas fiestas como deseábamos. Yo mismo un día fui con mi madre a una fiesta. O sea que ubiqué el debate.
Luis Eduardo paró en seco a la tía diciéndole que en plena mesa no podíamos conversar ello o en todo caso parabamos el almuerzo y a la sala a conversar el deschave. Miguel ya no sé ni qué dijo. Su silencio lo explicaba todo. Años más tarde su madre moriría y él era muy pegado a ella. Jamás hubiera pensado semejante cosa. Duncan si llevaba una relación mutuamente tensa con su madre. No recuerdo nada que haya comentado.
El destino de nuestra relacion con las mujeres debiera ser dicho, porque nada es casual. Miguel pajares se casó y tuvo algunos escarceos amorosos previos por allí y por allá. Yo me divorcio estos días y ando loco tras cinturitas, exotismo de ébano (influencia de Paco, el de los Festivales imposibles, vamos), etc. No me he peleado con ninguna mujer. La mariconada está lejos… eso espero.
Luis Eduardo estuvo a punto de casarse pero no lo hizo, incluso lo anunció por La Industria y toda la vaina. Amo muchísimo a su madre. Sus libros lo dicen. En 1989 me invitó a su casa en chulucanas y pude comprobar que adoraba a su madre. Su padre era regidor de izquierda y tipo práctico pero un día, por el centro de Piura, lo vio y le dio dinero con sus ojos perdonavidas como diciéndole “Sí, te entiendo, disfruta la libertad cultural”. Sabía muy bien que la política es algo horroroso y la literatura lo único bello. Pero seguro en sus adentros diríase “lo político es lavar platos rotos y sucios, alguien tiene que hacerlo, mierda”.
Duncan se casó el 2008, feliz como una lombriz, y me cuentan que gusta pasearse junto a ella, su esposa, por el centro de Trujillo, como descubriendo a cada paso el amor. Lo que espero para todos es que nos vaya bien o nos acerquemos a ello. Creo que andamos en esas.
¿Y la señora Rina en qué quedo? Nada más ilustrativo que una conversa entre ella y su marido Orlando una vez: “Tú eres un machista”, le gritó. Y él: “Al contrario yo no soy machista, soy hembrista”. Y ella complacida asintió y le dio un beso. Fin.
Comentarios
PICO. D