JUAN DE GOOD

Por Dante Ramos de Rosas
Así le dice Azabache, director del impreso “Ok” de Trujillo, a Juan de Dios Cubas Cava, ex presidente regional de La Libertad hasta el 5 de abril de 1992. Cuando fue elegido en ese puesto, Juan de Dios empezó a sacar del frágil aburrimiento a la ciudad al dirigir sus baterias contra “Zapatito blanco”, “Finoli” o “señorito del Central Club”, apodos que respondían a la persona de Luis Santamaria Calderón, quien había sido alcalde de Trujillo y presidente de la Corporación de desarrollo: Dueño de un estilo de gobernar afectado y casi wildeano.
Juan de Dios era más bien ‘colorao’ frente al trigueño Santamaria, pero igual le daba con todo. Lo veía como ‘pituco’. El otro denotaba a Juan acholado y achorado. Juan de Dios estadístico y Santamaria advocatus. Juan de Dios casado con una mujer guapa e inteligente, hija del pintor Mariano Alcántara. Anarquista furibundo. Su mujer no había ido a escuela alguna porque el padre no creía en baraturas estatales ni eclesiásticas. Se había educado en su casa y su carácter era recio. La mujer de Santamaria había sido Miss Primavera de su país llanero, y se enamoró de los perfumes de don Lucho, así que se quedó para siempre en la pacata ciudad.
La cosa es que todos los días los diarios vendían sus titulares como trigo porque Juan de Dios les daba carne vía insultos, cambios de humor, etc., etc., que preconizaba contra ex funcionarios de Santamaria que se habían quedado en el gobierno regional.
Vino el chino rata y lo mandó a la cárcel por supuesta tenencia de armas. Yo tuve que ver con él por un razonamiento claro en prensa: era el personaje que más noticias producía en el Trujillo aburridón.
Una vez Daniel Hidalgo, un viejo periodista de “El Observador” de León Rupp, me dijo que si en Trujillo no sucede nada importante hasta el mediodia había que inventar que el mercado central se incendia. Es jodido. Trujillo en sí no es noticia. No es Lima ni será. Eso era en 1994.
Cuando cruzaba la Plaza de Armas, en abril de ese año, yo iba enternado. Impecable. No sé qué estaba haciendo o a qué postulaba. Aún estudiaba Derecho miserablemente. De pronto escucho una voz conocida, como en uno de mis viajes espirituosos: “loco Dante, ven, ven...”. Era Mingo Varas, sobrio, que estaba grabando el spot norte para el estreno de La República satelital. Grabé el spot leyendo el diario de marras, y Mingo me propuso acompañarlo en la redacción. Me dijo que había llamado a Luis Eduardo García. Con ellos me sentía a gusto porque los conocía hace años y había bebido todo tipo de insumos líquidos y de los otros.
Llegué al día siguiente y ví que las condiciones eran pobres: las computadoras lentas, aunque Apple, no había mesa de trabajo ni acrílicos para las comisiones del día. Rocío, la prima del buen Mingo, administraba el diario y se ganó su despido por la lúgubre razón de que se permitió lavar el tapizón a pagarle a los periodistas. Dentro de su vida light, José Estremadoyro –gerente norte en sus locas noches de las Tinajas pub– que en Chiclayo se había tirado a todas las chicas lindas de allá y de Pimentel, donde vivia, la despidió sin ningún rubor. “Qué cojuda eres”, le espetó.
Una vez me pagó en efectivo preguntándome antes si quería seguro, etc. Le dije que “no, que quería todo sin descuentos”. Cerró sus ojos gringos y dijo “tú quieres la plata para tirártela en libros y hierbas. Eres como el loco Ángel Páez: puro libritos y rock. Yo en cambio soy full hembritas”. Era un picaflor sin remedio. Loco pero inteligente. Nos conto una vez que estudiaba Medicina en México, pero que ver tanta sangre lo desmayaba, así que se puso a estudiar administracion. Su pasta de Médico en potencia le hacía ver más allá de lo evidente. A mí me pronosticó que iba a ser un chismoso de marras e investigador nato. “Y vas a tener harta plata, carajo”, remató. “Como te gusta la plata, pendejo”. Estaba con wiros. O sea que visionaba.
Una noche llego Jorgito Mas, un ex vendedor de Normas Legales. Él iba a ser el administrador. Duró un día. ¿Por qué?. Se fue con José a las Tinajas y éste le sacó un paco que aceptó al toque. Todos bacanes y salud. Al día siguiente Jorgito no llegó. Entonces le preguntamos a José y nos respondió: “Escuchen bien huevones: yo tengo mis vicios, pero no puedo aceptar que otro tenga los míos en este punto. Viene y se tira la plata de ustedes. Eso no, ni cagando”. Y lo botó como a un perro. José era determinado.
Como sabía que la ciudad era un bodrio noticioso de cositas como “don Pepito Murgia se bañó”, “don Pepe viajó a Otuzco”, “don Noé Inafuku se trepó al cerro”, “don Donato Saavedra -milico inútil- se fue de vaca dejando a su hija embarazarse con no sé quién”, habia que buscarse razones de prensa que evitaran la mayor parte del lugar común en la ciudad: Una entrevista a Cubas Cava. Se los dije a Mingo y Luis Eduardo pero ellos –tan pulcros, y tan politicamente correctos- me miraron. “¿Acaso eres el agente de Juan de Dios?”, y empezó la joda. No por aprista sino porque pensaban que el gordo era un mafiosín.
Un buen día convencí a don Antonio Férnandez Arce, estrella en la última Feria del Libro, de tal comision. Mingo era el editor. Fernández era director. Habían sido amigos con Cubas hacía décadas y normal. Me fui a Palmeras del Golf. Antes Juan de Dios me dijo que mi viaje era inútil porque su entrevista no la publicarían jamás. Los Mohme eran amigos de Pepito Murguia y Caballo loco, y él estaba vetado por ser antialanista.
Llegue a su casa y me pareció de un buen gusto, espaciosa, iluminada. Me dije: “este gordo no parece aprista”. Tenía una biblioteca vasta, gigantesca. Los últimos libros aún sin leer, pero allí estaban. Y tenía una discoteca inmensa. Escuchamos a la brasileña androgina de Simone. Qué rica voz putamadre. “La música es lo único que logra darle consuelo al ser humano en medio de tanta mierda politica”, aseveró. Lo califiqué de polémico. Él me dijo que era un tipo que decía verdades, que había gente oligárquica de Las Delicias y Trujillo cercado colonial que no escuchaba, y menos aceptaba nada de nada. Una cosa a favor que tenía frente al resto de su competencia es que Cubas era hiperactivo: su capacidad laboral daba la vuelta a relojes y horarios burocráticos. Tomamos unas chelas y le pregunté sobre la clase social del narcotráfico emergente. Mire –me dijo- yo no tengo nada en contra de aquellos que consumen. “¿Es usted liberal?”, le pregunté. “Ciertamente, en ese punto sí”.
Así le dice Azabache, director del impreso “Ok” de Trujillo, a Juan de Dios Cubas Cava, ex presidente regional de La Libertad hasta el 5 de abril de 1992. Cuando fue elegido en ese puesto, Juan de Dios empezó a sacar del frágil aburrimiento a la ciudad al dirigir sus baterias contra “Zapatito blanco”, “Finoli” o “señorito del Central Club”, apodos que respondían a la persona de Luis Santamaria Calderón, quien había sido alcalde de Trujillo y presidente de la Corporación de desarrollo: Dueño de un estilo de gobernar afectado y casi wildeano.
Juan de Dios era más bien ‘colorao’ frente al trigueño Santamaria, pero igual le daba con todo. Lo veía como ‘pituco’. El otro denotaba a Juan acholado y achorado. Juan de Dios estadístico y Santamaria advocatus. Juan de Dios casado con una mujer guapa e inteligente, hija del pintor Mariano Alcántara. Anarquista furibundo. Su mujer no había ido a escuela alguna porque el padre no creía en baraturas estatales ni eclesiásticas. Se había educado en su casa y su carácter era recio. La mujer de Santamaria había sido Miss Primavera de su país llanero, y se enamoró de los perfumes de don Lucho, así que se quedó para siempre en la pacata ciudad.
La cosa es que todos los días los diarios vendían sus titulares como trigo porque Juan de Dios les daba carne vía insultos, cambios de humor, etc., etc., que preconizaba contra ex funcionarios de Santamaria que se habían quedado en el gobierno regional.
Vino el chino rata y lo mandó a la cárcel por supuesta tenencia de armas. Yo tuve que ver con él por un razonamiento claro en prensa: era el personaje que más noticias producía en el Trujillo aburridón.
Una vez Daniel Hidalgo, un viejo periodista de “El Observador” de León Rupp, me dijo que si en Trujillo no sucede nada importante hasta el mediodia había que inventar que el mercado central se incendia. Es jodido. Trujillo en sí no es noticia. No es Lima ni será. Eso era en 1994.
Cuando cruzaba la Plaza de Armas, en abril de ese año, yo iba enternado. Impecable. No sé qué estaba haciendo o a qué postulaba. Aún estudiaba Derecho miserablemente. De pronto escucho una voz conocida, como en uno de mis viajes espirituosos: “loco Dante, ven, ven...”. Era Mingo Varas, sobrio, que estaba grabando el spot norte para el estreno de La República satelital. Grabé el spot leyendo el diario de marras, y Mingo me propuso acompañarlo en la redacción. Me dijo que había llamado a Luis Eduardo García. Con ellos me sentía a gusto porque los conocía hace años y había bebido todo tipo de insumos líquidos y de los otros.
Llegué al día siguiente y ví que las condiciones eran pobres: las computadoras lentas, aunque Apple, no había mesa de trabajo ni acrílicos para las comisiones del día. Rocío, la prima del buen Mingo, administraba el diario y se ganó su despido por la lúgubre razón de que se permitió lavar el tapizón a pagarle a los periodistas. Dentro de su vida light, José Estremadoyro –gerente norte en sus locas noches de las Tinajas pub– que en Chiclayo se había tirado a todas las chicas lindas de allá y de Pimentel, donde vivia, la despidió sin ningún rubor. “Qué cojuda eres”, le espetó.
Una vez me pagó en efectivo preguntándome antes si quería seguro, etc. Le dije que “no, que quería todo sin descuentos”. Cerró sus ojos gringos y dijo “tú quieres la plata para tirártela en libros y hierbas. Eres como el loco Ángel Páez: puro libritos y rock. Yo en cambio soy full hembritas”. Era un picaflor sin remedio. Loco pero inteligente. Nos conto una vez que estudiaba Medicina en México, pero que ver tanta sangre lo desmayaba, así que se puso a estudiar administracion. Su pasta de Médico en potencia le hacía ver más allá de lo evidente. A mí me pronosticó que iba a ser un chismoso de marras e investigador nato. “Y vas a tener harta plata, carajo”, remató. “Como te gusta la plata, pendejo”. Estaba con wiros. O sea que visionaba.
Una noche llego Jorgito Mas, un ex vendedor de Normas Legales. Él iba a ser el administrador. Duró un día. ¿Por qué?. Se fue con José a las Tinajas y éste le sacó un paco que aceptó al toque. Todos bacanes y salud. Al día siguiente Jorgito no llegó. Entonces le preguntamos a José y nos respondió: “Escuchen bien huevones: yo tengo mis vicios, pero no puedo aceptar que otro tenga los míos en este punto. Viene y se tira la plata de ustedes. Eso no, ni cagando”. Y lo botó como a un perro. José era determinado.
Como sabía que la ciudad era un bodrio noticioso de cositas como “don Pepito Murgia se bañó”, “don Pepe viajó a Otuzco”, “don Noé Inafuku se trepó al cerro”, “don Donato Saavedra -milico inútil- se fue de vaca dejando a su hija embarazarse con no sé quién”, habia que buscarse razones de prensa que evitaran la mayor parte del lugar común en la ciudad: Una entrevista a Cubas Cava. Se los dije a Mingo y Luis Eduardo pero ellos –tan pulcros, y tan politicamente correctos- me miraron. “¿Acaso eres el agente de Juan de Dios?”, y empezó la joda. No por aprista sino porque pensaban que el gordo era un mafiosín.
Un buen día convencí a don Antonio Férnandez Arce, estrella en la última Feria del Libro, de tal comision. Mingo era el editor. Fernández era director. Habían sido amigos con Cubas hacía décadas y normal. Me fui a Palmeras del Golf. Antes Juan de Dios me dijo que mi viaje era inútil porque su entrevista no la publicarían jamás. Los Mohme eran amigos de Pepito Murguia y Caballo loco, y él estaba vetado por ser antialanista.
Llegue a su casa y me pareció de un buen gusto, espaciosa, iluminada. Me dije: “este gordo no parece aprista”. Tenía una biblioteca vasta, gigantesca. Los últimos libros aún sin leer, pero allí estaban. Y tenía una discoteca inmensa. Escuchamos a la brasileña androgina de Simone. Qué rica voz putamadre. “La música es lo único que logra darle consuelo al ser humano en medio de tanta mierda politica”, aseveró. Lo califiqué de polémico. Él me dijo que era un tipo que decía verdades, que había gente oligárquica de Las Delicias y Trujillo cercado colonial que no escuchaba, y menos aceptaba nada de nada. Una cosa a favor que tenía frente al resto de su competencia es que Cubas era hiperactivo: su capacidad laboral daba la vuelta a relojes y horarios burocráticos. Tomamos unas chelas y le pregunté sobre la clase social del narcotráfico emergente. Mire –me dijo- yo no tengo nada en contra de aquellos que consumen. “¿Es usted liberal?”, le pregunté. “Ciertamente, en ese punto sí”.

Su mujer entró a sobarle los codos y el cuello porque tenía bursitis, la misma enfermedad que padece Lula y que consiste en líquidos que inflaman el cuello. Tenía también soriasis, el mismo padecer de Abimael Guzmán.
Fue una entrevista entretenida. Regresé al diario y entregué mis carillas a Mingo que confrontó con Fernández Arce sobre darle o no tribuna al gordo. Los dejé discutiendo ácidamente y arranqué. Hubo pullazos pero se logró el fin.
Lo que sigue es de miedo, casi de estilo colombiano. En la casa de Juan de Dios había visto a su asistente, un muchacho pequeño que manejaba el jeep. Luego de salir del diario fui al cine creo o a vagar por alguna libreria. No sé. Eran cerca de las diez de la noche y regresaba a mi pensión, que casualmente se ubicaba detrás de Normas Legales de Luis Santamaria y al costado de la casa de Alejandro Santamaria, sobrino de Luis – y desde donde veía en su azotea a Lourdes con sus mallas de ballet, dueña de un cuerpazo preciosa–. El jeep me siguió y la mirada del asistente era delatadora. “Ya sabemos dónde vives, huevas”, o algo así decían sus ojos. “Hola”, lo salude. El jeep se pegó a la vereda y el chico dijo “Así que por aquí vives…”.
Una cosa que no dije de Juan de Dios es que el vivía en permanente paranoia. Relacionó que mi vivienda era cómplice de los Santamaria, sus citadinos enemigos, y que era un agentazo de sus espaldas. Me llamó y lo descarté con firmeza.
Cuando manqué en La República fui a verlo. Necesitaba trabajo y sabía que el rollizo pagaba bien y de inmediato. Me propuso sacar una investigacion sobre la propiedad del Hotel de Turistas. Me guió en la búsqueda de datos. Esos díaas descubrí que Luis Bahamonde trabajaba en su diario. Antes, Lucho, había sido editor, con Alejandro Santamaria, en el semanario “Facetas”, donde alguna vez publiqué poemas eróticos. Vero allí no me sorprendió porque en provincias las oportunidades no son muchas, asi que p´lante como el elefante, como dice Lavoe.
Juan de Good me presentó luego un escrito donde se atacaba temerariamente a la familia Santamaria, escrito por él. Propuso que yo lo firmara. No me negué. Le dije que eso no era real. Me retó como agente de los Santamaria. El artículo salió con mi nombre. Meses más tarde, cuando Alejo Santamaria me llamó a mí y a Carlitos Cerna para hacer un producto editorial homenaje a Haya de la Torre tuvimos que ir a Normas Legales donde estaba esperándonos Alejo. Se lo advertí a Carlos Cerna y este bajó la marea. “Como las huevas”, dijo. Pero en la puerta estaba Luis Santamaria, muy bien maquillado, quien me palmeó la espalda diciéndome “y pensar que nos atacaste cuando tu abuela y tu tía entraban a nuestra casa como amigas”. Yo le sonreí de costado y le dije: “correa, tío”. Debí haberle dicho que su comentario era casero, pueblerino. No le expliqué nada. Alejo bajó las aguas, Cerna sonrió y pasamos en un tris a la oficina. Obviamente el producto hayistico no salió, asunto que agradezco.
Y ese verano estuve misio. Era 1995. Fujimori ganó con fraude.
A Juan de Good seguí visitándolo. Intercambiamos chimentos politicos con el gordo, supuestos complots, cochinaditas, etc. Cerna entró a trabajar orgulloso a su diario. Yo solo lo veía para venderle mis libros de títulos exclusivos. Me pagaba muy bien no lo niego.
Sin duda es uno de los personajes más cultos que existen en Trujillo, pero también una criatura sumamente violenta, obsesiva, que andaba con dos granadas tipo piña en los bolsillos de su casaca. “O es sendero o es el apra derechista o son los milicos. Pero algun dia me matarán”, advertía a los suyos. Hoy vive por la quinta etapa de San Andrés y sus dos perrotes no se separan de él ni a la cama. Tal vez algún día regrese a la política para que saque de la modorra al Trujillo de mis amores. Narcotizado de por vida.

Comentarios
Gladis V.
Atentamente,
Todo Trujillo
PD.- jc espero no saques mi comentario de este post y estare a la altura, sino vet a la m..
Mr. Ben
¿Tendrá algo de su autoría que valga la pena publicar? ¿O la difamación es lo suyo? Me parece desatinado publicar algo sucedido en 1992, en un blog jurídico. Y más, teniendo en cuenta que el escribidor, que no escritor, se jacta de ser abogado y comete faltas legales terribles, de las que se persiguen de forma civil y penal en muchos países latinos.
Me llama la atención la inocencia del escribidor, que sale a la vida de entre un mundo de mafiosos. Que extraño que ante tanta corrupción y desatinos, el mismo salga airoso... como decimos en México: "El que anda con gatos a maullar se enseña".
Lamentable. Realmente lamentable.
MH