VEN POR MÍ

Gunther es un trovero que conocí la semana pasada en Barranco. Tiene 33 años. Se terapeutiza en base a las canciones que compone. Su voz semeja la de Andrés Calamaro por el tono melódico de lo suyo y luego puede doblarse a la profunda voz de un Enrique Bumbury, del español grupo “Héroes del silencio”.
Una de sus canciones se refiere a Abimael Guzmán, apresado líder de Sendero Luminoso. Y es en contra. Lo hace bien. Por allí un ribete panfletero que aconsejé lo retire, pero luego suena bastante bien. Y es que Gunther estuvo en la Oreja de perro, allá en Vizcatán, Ayachucho, metiendo bala a senderistas.
El ejército peruano tuvo en sus filas a un hombre que un buen día, con su teniente al lado, iba por un sendero de tierra en medio de cerros cubiertos de verde, de coca. Nuestro trovero amigo manejaba hasta que de pronto el superior al mando le dijo que se detenga. La tierra estaba removida. Los tucos habían plantado minas personales. Salvados de esa agonía se bajan del camión portatropas y se detienen en unas zanjas. De inmediato les cae una llovizna de balas enemigas. Mientras Gunther recibe un balazo en la pierna derecha, que no siente producto de la bullanga de fals, akaemes y artificios balísticos. Sus amigos caen, él está en pie. Se pierde en la selva buscando terrucos, y encuentra uno al lado de un árbol. Sangra de la espalda.
Gunther puede ver un charco de sangre en sus botas de campo. Le pide que se rinda a voz en alto. Él responde suavemente: “Ven por mí”, casi seductor y sibilino como serpiente. Gunther repite el fraseo de rendirse ya. El otro: “ven por mí”. Alrededor las balas zumban y bailan sin canciones que vendrán en la boca del recluta Gunther años más tarde. A la tercera frase, Gunther, que no logra respuesta del tuco, lo balea. Tres veces. Una en la cabeza, otra en la pierna y otra en el pecho. Cae el senderista a tierra y el trovero se acerca levemente, lo revisa. Tenía las manos detrás de la espalda suspendiendo una granada. Si Gunther se aproximaba éste la iba a soltar y morían los dos. Fin del corto episodio.
A mi lo que me aluna es la capacidad de algunos hombres –incluyo mujeres en la generalidad– que pueden no rendirse cuando ya todo está en el acabose, o sea contemporaneamente protagonistas del Leonidas espartano y sus 300, solo que por causas más etereas y sin bases. Suerte de fanatismos contenciosos y de alucinadas jornadas nocturnas de misales, responsos y manoseadas maniobras en altares, camas o refugios antialgo.
Creo que Gunther ha hecho bien en meterse a la musica. “La música me salvó, loco Dante”, me dijo con mucha convicción. Ofrecí producirlo pronto (sic). Y sé que será bueno.
Lo que me inquieta es que el Ministerio de Defensa o la Comandancia General de los cachacos o el Comando Conjunto no tengan una política de reintegracion a los hermanos que vienen de ganar una guerra, o de pelearla allá en el vrae, etc.
Un tal Antauro Humala sí tuvo las ganas de ponerse las pilas. Reclutarlos por una causa y de darles un medio de vida vía el 60% de la venta del periodico que antes se llamaba “Ollanta” y ahora “Antauro”. Ello es meritorio por aprovechar un flanco descuidado por el Estado.
Mientras solo queda alabar la salida de busqueda individual o desde la sociedad civil de productoras como la mia o de otros, como la proa de amigos tipo Gunther que se ha salvado, sino seria la continuacion del film “Días de Santiago” de Josue Méndez.
Pura delincuencia, harta coca y potencial suicida.
A ver si el guante lo recoge el sucesor del general donayre. Miles de reclutas esperan una salida.

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