EL BURDEL

Visual. Real. Las imágenes que lees son las que has vivido, y como diría un amigo poeta cuando estamos “con una mujer desnuda y en lo oscuro” –Serrat dixit-; lo que deseamos vivir con ella son las mismas imágenes que vemos en los polvos de la revista Hustler o la perfección de líneas en la Playboy de turno.
Harold Alva, piuranazo poeta se atreve a publicar sus “Cuentos de Burdel”, y a darle vuelta a textos sin pacatería: Así como se habla de sexo con los jóvenes de esquina, de bares o de puertos como el Callao, Chimbote o Ilo.
Las mujeres putescas son todas fingidas en sus lances de cama, pero si les recitas versitos de Neruda se vienen, se te vienen con todo, se corren por una razón no ilusa. Eso las descomputa. No es frecuente que los clientes de burdel sean tan poco procaces. Alva rescata el lenguaje directo de ellos y ellas en el umbral de negociaciones de las puertas. Y luego el sudor, y al final la locura del orgasmo mutuo sin concesiones.
Son textos sin crudeza, ligeros en sus puntos seguidos. Después del envío del blog Mundo Jurídico, y de su desenfrenada presentación en la feria de Trujillo, el derecho como pretexto ya no es tal, más bien se presta al chimento de saber que los abogados son unos putos del comercio legal. Del burdel al bufete ya no hay diferencias, y así lo confirma Harold.
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