ACUÑA: "YO HO HABLO CON CUALQUIER HIJO DEL VECINO"


Por Manuel Antonio Ledesma

Me quedé atónito escuchar en un noticiero televisivo, la mañana del jueves 18, al alcalde del Honorable Concejo Provincial de Trujillo (se supone la ciudad “más culta” del país), decir la frase que encabeza este comentario.

Se trata de un dicho coloquial, que según el Diccionario de la Real Academia Española significa “cualquier persona”. Es de esperar que una autoridad debería tener la cordura, prudencia y por sobretodo el respeto que merece un ciudadano, que inclusive podría haber sido quien le encargó gobernar la ciudad, a través de su voto; sino que al mismo tiempo, está obligado a dar ejemplo del cumplimiento cabal de la Constitución Política del Perú, norma que nos garantiza el Estado de derecho, cuyo artículo 1 establece que todos estamos obligados a: “La defensa de la persona humana y el respeto de su dignidad…”

La consolidación de una sociedad democrática se dará cuando las instituciones estatales cumplan en la solución integral de las necesidades del pueblo; y es aquí que sus titulares tienen que responder por lo que son: mandatarios, que significa representantes por encargo de los mandantes, es decir todos nosotros los ciudadanos, para ejercer la administración. Sin embargo, parece que por los gestos y frases arrogantes; mandatario significa, para un buen número de autoridades, una suerte de “mandamás” en el nivel nacional, regional y/o local.

El ejercicio del poder, que siempre es efímero, tiene que ser ejercido por personas no solo muy bien capacitadas, sino al mismo tiempo que den un permanente testimonio que es la vocación de servicio la que las llevó al lugar donde están; y, si queremos graficar con una fórmula matemática podríamos decir: “la responsabilidad de una autoridad, es directamente proporcional a la mejor manera llegar y de respetar a todas las personas en su dignidad y por ende en todos sus derechos”.

Termino con un hermoso testimonio de una autoridad religiosa recientemente fallecida, se trata del Obispo Emérito de Cajamarca Monseñor José Dammert Bellido, quien como genuino servidor de su feligresía, atendía a todas las personas que solicitaban hablar con él, con una sencillez sin límites: personalmente abría la puerta del obispado, no permitía ni siquiera que le llamen por su dignidad episcopal sino simplemente “Don Pepe”, usaba poncho y sombrero cajamarquino y solo lo distinguía su pectoral (un crucifijo grande sobre el pecho) que usan todos los obispos.

Cuenta un poblador que, Monseñor Dammert, se encontraba un día conversando en una banca de la Plaza de Armas con un campesino y que un extranjero, representante de una ONG, buscaba a “Su Ilustrísima” (denominación antigua a la dignidad de Obispo); se quedó pasmado de incredulidad y no podía dar crédito que el anciano de la banca sea el Obispo de Cajamarca. El aprecio, cariño y el recuerdo imperecedero de los cajamarquinos por “Don Pepe” ha quedado en sus corazones; pues su trato fue de grandeza en la sencillez y el respeto por todos, sin exclusivismos, ni exclusiones; lo que realmente debe hacer una AUTORIDAD que se precie de serlo.

Comentarios

Anónimo ha dicho que…
MUY BUENO EL BLOG, SIGAN DANDOLE AL CHATO QUE HJA HECHO UNA CAGADA EN SU GESTION....

M. Carrasco

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