CHANDUVÍ, ÚLTIMAMENTE
Saludamos el reconocimiento del Dr. Víctor Hugo Chanduví Cornejo de parte de la Comisión de Educación, Ciencia, Tecnología, Patrimonio Cultural, Juventud y Deporte del Congreso de la República, “por su loable aporte al desarrollo de la Educación en el Perú”.
Hablar de Chanduví, últimamente, es hablar de muchas cosas, pero especialmente de sus quehaceres académicos, su compromiso con el arte y la redención de sus demonios.
Desde su ingreso a la docencia en la UNT –su alma mater- Chanduví se propuso dejar una huella a la posteridad. Algo que inscribiera su nombre fuera de sus modestas tierras natales, más allá del espacio ordinario reservado para los miles. Tal vez así se explique sus afanes publicísticos, sus ansías de aparecer en la foto a como de lugar, sus saltos a veces sin paracaídas en cuanto se propone.
Esto ha hecho que Chandu cultive amigos por doquier, avive coletillas en ciertos pasillos y no pocos susurros al atardercer. Estos últimos, por cierto, no es necesario que se cultiven: brotan al compás de los méritos, como diría un filósofo español.
Ultimamente también, sospecho, ha virado los ritmos de hacerse un nombre en la escala de su gradación. Ha comprendido que no basta con publicar libros o pesados ensayos de la especialidad, sino que es necesario dar lo mejor de sí desde donde a uno lo apueste la vida, aunque la disciplina le imponga el rigor de un escritorio, que no será por mucho tiempo. En todo caso, asumir que serán las obras y la propia consecuencia lo que cuente. Uno, dos…
Últimamente, decíamos, más precisamente el viernes 25, lo distinguieron, junto a otros académicos, en el Congreso de la República.
Felicidades.
Hablar de Chanduví, últimamente, es hablar de muchas cosas, pero especialmente de sus quehaceres académicos, su compromiso con el arte y la redención de sus demonios.
Desde su ingreso a la docencia en la UNT –su alma mater- Chanduví se propuso dejar una huella a la posteridad. Algo que inscribiera su nombre fuera de sus modestas tierras natales, más allá del espacio ordinario reservado para los miles. Tal vez así se explique sus afanes publicísticos, sus ansías de aparecer en la foto a como de lugar, sus saltos a veces sin paracaídas en cuanto se propone.
Esto ha hecho que Chandu cultive amigos por doquier, avive coletillas en ciertos pasillos y no pocos susurros al atardercer. Estos últimos, por cierto, no es necesario que se cultiven: brotan al compás de los méritos, como diría un filósofo español.
Ultimamente también, sospecho, ha virado los ritmos de hacerse un nombre en la escala de su gradación. Ha comprendido que no basta con publicar libros o pesados ensayos de la especialidad, sino que es necesario dar lo mejor de sí desde donde a uno lo apueste la vida, aunque la disciplina le imponga el rigor de un escritorio, que no será por mucho tiempo. En todo caso, asumir que serán las obras y la propia consecuencia lo que cuente. Uno, dos…
Últimamente, decíamos, más precisamente el viernes 25, lo distinguieron, junto a otros académicos, en el Congreso de la República.
Felicidades.
Comentarios