ELLA ES LA HIJA DEL CARNICERO

Vanessa Martínez (Lima, 1979). Tenía muchas ganas de conocerla. He leído su poemario por pedazos, como creo debe leerse esta amalgama de letras salpicadas de manchas, espasmos, latex y cuchillazos. Esta vez se vistió de un negro nuevecito, hasta el calzón. Su mami le cuida la cartera. “No he podido profesar, la luminaria y el silencio cómodo de habitar feliz y emplacebada en este piso machihembrado a pata calata, he caminado como ganadora del Nóbel, directo a la cocina, donde tantas veces te guisé besos y pedazos de senos”.
Y entonces el delirio está de vuelta, acompañada de la resaca del chasca, junto a Karina y su pareja, los tragos, el humo. La noche. Vanessa baila marinera entre las carnes, pero siempre lleva una navaja entre los senos, dispuesta a cortarte los miembros si te descuidas. “… es la vida con la vida, no quiero quitarle el curso a lo natural, a mis dolores, ni a mis ausencias o a mis pérdidas”, le dice a Harold Alva, quien fue el primero que ma habló de ella, enamorado, arrecho. Luego fue Alberto Alarcón, quien le afiló el hacha de sus versos, mismo Chayanne y sus clases de cerámica, pero que ha hecho bien en soltarla. Vanessa es parte de su club de fans, qué envidia, maestro.
La hija del carnicero (Zignos. Lima, 2007) es su poemario y sigue dando que hablar. Su foto en la portada hizo que se me pare, y desde entonces he querido conocerla. Le di la mano en la Casa de la Emancipación, la olí, y hasta le dí un beso tímido (confieso que quise chuparla), pero nada más. No quiero que corte mi miembro.
A pedido del público, un poco más de ella:
No he podido profesar,
la luminaria y el silencio cómodo
de habitar feliz
y emplacebada en este piso machihembrado a pata calata,
he caminado como ganadora del Nóbel,
directo a la cocina,
donde tantas veces te guisé besos y pedazos de senos
No he dejado de sonreíry apoyándome tambaleante
he visualizado tu magnífica fisonomía,
he localizado con mi índice trotamundosen
este atlas de cuerpo moldeado por ti,
el ancladero donde quisquillan efervescentes insectos
y justo allí donde hallo el vértigo de tu amor,
me he estacionado,
he abierto la gaveta y
me he clavado el cuchillo,
para no olvidarme de esto.
Comentarios
Eres un hasta mientras entre mis piernas
desgarrando el dolor con la punta de la lengua
Eres un hasta mientras porque ya encontré a alguien que me diga muñeca...
Hasta mientras: no eres la razón que hace erectar mi corazón
porque descubri que mi lápiz de labio pinta de carmín blanco
y masturba mi interior...
Tamara Acosta.
Alguien debería hacer un estudio, una crítica sobre esta nueva clase de poesía que empieza a surgir entre las mujeres, ?es tal vez una nueva forma de feminismo a través de la poesía, una nueva revolución para mostrarnos que ellas dicen y hacen lo que quieren al margen de una sociedad conservadora y cucufata?