¿MILAGRO NAVIDEÑO EN LAS CALLES DE TRUJILLO?

Por: Manuel Antonio Ledesma

Empedernido y terco urbanícola (término que usa el maestro M.A. Denegri para quienes vivimos en la ciudades), este escriba –que casi nunca escribe (?)- no creía lo que vieron sus ojos al mediodía del pasado jueves 20 de diciembre, cuando en la otrora calle de La Enfermería (nombre que en los siglos XIII y XIX se llamaba la hoy 4ta. Cuadra del Jirón Ayacucho (dato para los que se ufanan de ser muy trujillanos y desconocen por completo su historia)) no había ni un solo automóvil estacionado. ¿Sería esto posible?, me decía. ¿Serán acaso mis alucinaciones depresivas, al observar la compulsividad consumista de estas fechas? Pero no. Era cierto.


Bueno, no puedo saber obra de quién es este milagro, si de nuestro Alcalde, que habría hecho cumplir su normativa municipal sobre las llamadas "zonas rígidas" a algunas calles del centro histórico (hace más de dos meses habían pintando con amarillo pero nadie acataba la orden); o de la Policía Nacional; o tal vez de ambas autoridades. El hecho es que no quise botar al tacho de basura un pequeño artículo de protesta en el que me preguntaba ¿porqué utilizaban mis impuestos en señalar zonas rígidas que nadie las hacía cumplir? Espero pues, no ver un solo vehículo en las zonas pintadas de amarillo de mi centro histórico.

Pero espero un segundo milagro: Nunca más escuchar un solo bocinazo de aquellos que el periodista César Hildebrant llama "los pirañas de las 4 X 4", que se han multiplicado por doquier, ¿señal de status? ¿"finta" hacía el prójimo?, taxistas que están convencidos que la calle es su chacra, y que presumen que somos sordos al tocar su bocina para ofrecernos sus servicios, o que piensan que el semáforo cambiará a verde al hacerla sonar; y tantos otros: esos psicópatas que van, con la música a todo volumen y voltean a mirarte con cara de "miráme"… En fin.
Todos estos se olvidaron que viven en una ciudad y las calles son de todos y de nadie; por tanto, no tienen ningún derecho de atentar con la integridad de los pobladores a través de la contaminación acústica, prohibida y sancionada por una Ordenanza Municipal de mediados de este año y que hasta ahora nadie hace cumplir. Oiga usted, Señor Alcalde: Está perdiendo ingresos la Municipalidad… Por cada bocinazo aplique una multa equivalente a la consulta médica de un otorrinolaringólogo (le pasó la voz, son solo US $ 20.00).


No les diré Feliz Navidad, porque ahora decirlo es sinónimo de mercantilismo ramplón. Solo le diré que se acuerden de quién celebramos su cumpleaños: Del Dios hecho hombre por amor al hombre y él que nos enseñó que es mejor dar que recibir. He dicho.

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