FORMAS DE ANTIAMOR


Por Johnson Centeno.- 

Ella no quería ser su novia pues no solo no sentía que lo amaba sino que presentía que aquello que venía de él era un sentimiento dañino, oscuro. Se había propuesto estudiar una carrera corta y ser alguien en la vida. Así se lo había prometido a la virgencita y a sus familiares más cercanos. Incluso ya había ajustado su presupuesto al máximo con tal de salir adelante, privándose de sus salidas con sus amigas los fines de semana. Ese amor que él le juraba una noche fatídica se rompería para siempre, atentando contra su propia integridad, en un rapto de fábula y novela macabra. 

Eyvi Ágreda, la chica que el Perú conoció infelizmente en las circunstancias más escalofriantes, expiró hace unos días tras una larga agonía, en medio de una sopa de celebraciones futbolísticas, acusaciones de corrupción y programas de espectáculos. La indignación se vivió especialmente en las redes sociales, desde hace algún tiempo el lugar favorito para sacar lo mejor y lo peor de uno, pues Facebook llegó para quedarse, con todo lo que ello implica para la dinámica intercultural y la protesta ciudadana. 

¿Cuándo dejaremos de ver estos titulares en este país? ¿Somos acaso un país de bestias? Mujeres golpeadas, humilladas, masacradas, muertas a manos de sus parejas o exparejas que una vez les juró un amor infinito. Junto con las violaciones, el maltrato a la mujer, y otras formas de violencia y machismo, tienen ya casi un trato cotidiano en los medios de comunicación, desde hace mucho, demasiado. Por ello me temo que hoy por hoy lo más probable es que los niños y los jóvenes asistan con cierta naturalidad —cuando no complacencia— a estos desenfrenos de sangre y fanatismo que nos denigran e involucionan como seres humanos. 'Cacosmia', lo llama Marco Aurelio Denegri. 

Esta generación no está aportando nada significativo para ennoblecer la convivencia y entendimiento cultural que nos debemos como integrantes de una sociedad. Los más vulnerables, las minorías, los de menos instrucción, asisten impávidos a nuevas formas de violentar al prójimo que viene peligrosamente in crescendo, y que puede provocar conflictos no solo personales sino a nivel macro. Tal circunstancia es el caldo de cultivo perfecto donde anidan los más insospechados instintos que se generan a raíz de la postergación social, la corrupción, la impunidad y las diversas formas de antiamor que comienzan a cocerse lentamente como en una cena a solas con el Dr. Lecter. 

¿Qué es el antiamor? Pues no lo sé, se me acaba de ocurrir esta madrugada de café. Como al amor apenas podemos entenderlo, de pronto su ‘anti’ nos es menos esquivo. Las formas de antiamor, al fin y al cabo, me temo, siempre han estado con nosotros, a veces muy visibles sobre la epidermis, otras no pocas veces discretas y casi exiguas, en un lento vaivén que se acomoda cada tanto según los convencionalismos dominantes. 

No obstante esta monserga fuera de tiempo, me permito mencionar algunos rasgos empíricos que puedan contribuir a conceptualizarlo. Si el amor no te hace crecer, es un antiamor, así de fácil, como decía mi abuela, estirando su cuello larguísimo entre mediasonrisas. Y esto se aplica no solo a tus parejas sino a todo tu entorno social, académico, empresarial. Si ese amor que te profesan te frustra, te disminuye, te envilece, no es un 'buen amor', como diría Mon Laferte, toda ella un amor. 

Y el antiamor no se castiga eficazmente con penas severas o multas desproporcionadas, sino con la educación, especialmente si viene de casa. El peor enemigo del antiamor es un sano entendimiento, la lealtad, la franqueza, las buenas maneras, que hoy en día no es poco pedir. Una cuestión netamente cultural, vamos. Si algo no resulta es porque no es para toda la vida, así de sencillo. Nada es para toda la vida, en realidad, todo es hasta lo que uno se permite construir solo o junto a otra persona, o hasta donde su limitado entendimiento lo concibe. 

Lo demás es puro cuento. 

Foto: Claudia Masciave.

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