NAVIDAD EN CERRO PRIETO- SIMBAL

Tienen razón los que dicen que no hay que salir muy lejos de Trujillo para encontrarse con la aventura, el sol, las fresas y las lúcumas del mejor sabor: a 40 kmts. al este de esta ciudad se ubica Simbal, uno de los 11 distritos de la Provincia de Trujillo. Cerro Prieto es uno de sus anexos más poblados, y hasta allí nos fuimos este año con el evento de Navidad. 

Los aproximadamente 5 mil habitantes de este distrito tienen una serie de carencias que van desde servicios básicos, carreteras sin asfaltar, deficiente educación, salud, falta de oportunidades, entre otros. Osea, mucha adrenalina pero también mucha pobreza. Nuestro amigo Dany sugirió con todos sus ánimos que lleváramos la pequeña caravana de regalos al Anexo de Collambay, en el mismo Simbal, pero después de unas averiguaciones y contactos con la famosa Leydy, de la UPT, decidimos que fuera en la loza deportiva de Cerro Prieto, a donde ‘bajarían’ los niños del mismo Collambay, Cajamarca, Cruz Blanca, Cerro Ramón, Peña El oro, entre otros caseríos.

Inicialmente iríamos a El Porvenir, en el mismo lugar del año pasado donde fuimos con Nataly, y que resultó una experiencia muy bonita, pero la delincuencia por estos lares se ha vuelto incontrolable (homicidios, feminicidios, extorsiones, accidentes de todo tipo, que son la delicia del vespertino Satélite y sus periodistas ‘underground’), así que mejor decidimos buscar otro lugar y evitar todo tipo de riesgos. Los regalos para esta ocasión fueron conseguido gracias a la iniciativa de buenos amigos como: Mónica, Nataly, Gisela, Mary, Dany, y el pequeño Juancito.

10:45 am. Cerro Prieto, a 8 kilómetros de Simbal. El sol no se ha dado tregua este domingo 23 de diciembre y ya empieza a sacarle brillo a las piedras y al polvillo que planea sobre la loza deportiva del caserío, cocinando todo aquello que se atreva a desafiarlo. Un viejo —pero guerrero— station wagon color amarillo se ha abierto paso en el arenal, con más de 200 juguetes para los pequeños, todo conseguido en tiempo record (carritos, muñecas, pelotas, cubos, avioncitos, pistolas de luces, uhmmm… yo quiero uno). Javier, el amigo del volante, ha llegado algo exhausto y sediento, pero se reconforta al ver a un grupo de niños que esperan ordenaditos a un costado de la pequeña loza de concreto. Esta plancha de cemento es uno de los tesoros más preciados de Cerro Prieto, pues sobre ella se realizan las fiestas patronales de enero (en honor al Señor de la Piedad), matrimonios, bautizos, y todo tipo de reunión que convoca a mocheros y simbaleros.

Esta vez les toca a los chiquillos de la casa, y las madres nos confirman que nadie viene por aquí regalando juguetes por Navidad, que la mayoría de instituciones prefieren irse a Laredo, Moche, Alto Trujillo u otros distritos populosos; de modo que hicimos bien llegando hasta aquí. Para variar, un trío de agricultores toma sus cervezas a unos metros del local. Aquí puede faltar de todo, pienso, pero nunca falta la chela. Para eso siempre hay. La otra bebida muy popular por estos lares es la coca cola, pues dada las características de las quebradas de la zona, la coca que se cosechaba a inicios del siglo XX sirvió de principal insumo para esta industria internacional, a decir de Artidoro Cáceres.

Ni bien llegamos, Dany se ha puesto a reclamar sobre los hechos. “No podemos abandonar a los niños de Collambay, que no pueden bajar porque no tienen ni zapatitos”, dice, “qué dirán esos niños, por Dios, esas madres que ya nos están esperando…”, agrega. Todos nos miramos absortos. Convenimos de ir con la movilidad a ese lugar, a unos 20 minutos de camino empinado sin asfaltar. Allí iríamos a avisar a los niños que nos esperan, y si se puede, traer a unos cuantos para la actividad. Tiene razón, no podemos abandonarlos.

Subimos al station amarillo patito, que ha empezado a tener su propio ritmo de ascenso, con unos sonidos guturales que anuncian que en cualquier momento puede colapsar. Javier, el chofer, ni se inmuta, ni se queja, se hace el desentendido, y va silbando junto a Radio Felicidad: Es el viento…. que te habla/ que acaricia tu corazón/ es el viento que te pesa/ es el viento que soy yo/… Si no estoy junto a ti/ pero crees sentir que acarician tus manos/ si no estoy junto a ti/ pero crees sentir que alguien besa tus labios/ si tu escuchas mi voz/, mis palabras de amor y no estoy a tu lado/ no te asustes mi amor/ te lo voy a explicar/ no te asustes mi amor… 

Dos o tres baches traicioneros han sido demasiados para el auto, y esta carretera es una explosión de polvo del que no puedes escapar: como las lunas de las puertas no cierran, todo el auto es un remolino de tierra que me obliga a cerrar los ojos por un rato, pero no se puede aguantar la respiración. Respiramos polvo, y yo ya empiezo a imaginar el rebrote de mis alergias. “Nos atascamos, seguro es el radiador, debemos hacer una pausa en el camino”, dice Javier.

Solo después de un rato, cuando el polvo se hubo despejado, pude ver con claridad la hermosura de estas fronteras de la sierra liberteña, sitiadas con cerros dibujados por un fino pincel cortando el cielo, como pintados por la mano de un niño. Y al fondo, empinado en una silueta perfecta, un mediano cerro de color oscuro, entre negro y marrón, custodiado por un ejército de cactus fosforescentes: el llamado “Cerro Prieto”.

Estos detalles funcionaron como un deja vu, pues me hicieron recordar que una vez estuve cerca de aquí, hace muchos años, cuando un grupo de locos de Primavera organizaban excursiones de avistamientos ovnis, que terminaban en una gran fumadera de hierba. El famoso “loro pálido”, Juan Collantes, era el principal animador, y aseguraba que esta zona era una zona privilegiada para los contactos con platillos voladores y seres extraterrestres, especialmente sus conocidos del planeta Venus. Yo iba siguiendo a una chica que también creía en esas cosas, y que alguna vez me enseñó a fumar: era Yulissa, la guía en la Tierra de la Hermandad Dorada, quien con otros representantes venidos de Bolivia y Ecuador, capacitaban a un grupo de muchachos confundidos en aras de facilitarnos un tránsito a un plano de conciencia superior, humano e interplanetario. Luego venía la hierbita.


De regreso al tercer planeta, en La Libertad- Perú, distrito de Simbal, en la zona de Collambay, observamos que los niños se han hecho humo. No hay nadie esperándonos. Solo un par de pobladores que saludan con mucha familiaridad al abogado Dany, con quien comentan sobre el precio de unos terrenos en la zona. Más allá hay otro viejito que también conoce a mi amigo, y con quien también hablan de predios y terrenos. Por un momento pienso que Dany está más interesado en valuar sus terrenos que en los niños para el evento. ¿Y los niños que no debíamos de abandonar, que no tenían ni zapatitos? (sic), ¿y las madres que supuestamente nos estaban esperando? En fin. De todos modos llevamos en el auto a un par de señoras que recibirán 20 juguetes, con el compromiso de que luego los repartan en la zona.

La gente de Collambay vive cerca y lejos a la vez. Tienes que caminar unos 10 minutos para ir de casita en casita, y lo más práctico es gritar a voz en cuello para que al otro lado te escuchen, gracias al eco. Alucinante. Las casas tienen unas pequeñas granjas con cuyes, conejos, cabritos, pavos, etc. Alcanzo a ver también una fila de patitos amarillos persiguiendo a la señora pata que apenas puede caminar por lo gorda que está. Un pato negro  adornado con una cresta enorme la vigila de cerca, y parece ser el rey del corral. Los sembríos más frecuentes por aquí son: frejol, maíz, mangos, papayas, fresas y lúcuma, esas lúcumas firmes y sabrosas que a Nataly la vuelven loca.

El regreso fue mucho más fácil para el guerrero station que nos subió a Collambay. Javier, el amigo del volante, ha advertido el fiasco de la convocatoria a los niños de este caserío. Pero no dice nada, él sigue concentrado en su Radio Felicidad. Por el contrario, quien habla hasta por los codos es un muchachito de unos 12 años, Jairo, a quien hemos recogido en el trayecto, que asegura que por la zona noreste hay zorros, venadillos y hasta leones, que él mismo ha visto con sus propios ojos. “Una vez mi tío trajo un pequeño elefante que luego nos robaron”, afirma en uno de sus relatos, desatando la risa en toda la unidad. Sin duda un muchacho con pasta de abogado.

Otra risa destemplada es la que nos recibe cuando volvemos a la loza deportiva de Cerro Prieto, justo cuando bajamos del station amarillo: todos riendo sin excepción. Nosotros solo entendemos la risa cuando nos miramos unos a otros: completamente empolvados, de los pies a la cabeza, como si nos hubiéramos sumergido en un cerro de harina. “Parecen unos viejitos”, alcanzo a escuchar a unos mocosos. “No, son los extraterrestres”, dijo otro. Pero quien se ha llevado la peor parte es el station wagon, que una vez fue amarillo, y que ahora tiene una gruesa capa de polvo y tierra que lo hace lucir como un auto apocalíptico al estilo Mad Max, de George Miller, y a su chofer como el Mel Gibson cholo.

La repartición de rigor se ha iniciado con uno que otro pequeño contratiempo en los organizadores, pero alcanza para todos, incluyendo a las madres que han dejado a sus pequeños, nos dicen, en sus casas, o porque está enfermito o no sabía del evento de navidad, pero que es “amiga de la señorita Leydy” y “de su papá”. Esta vez las chicas no se organizaron para hacer un pequeño show para los niños, y peor, la luz se fue a último momento (algo muy común por aquí); pero lo importante es que todos la pasaron bien, a pesar de la ausencia de los villancicos y los ritmos que ahora reclaman los chibolos, en las antípodas de la tía Yola Polastri.

Finalmente, algunos regalos sobraron al final del evento, y nos hemos dividido en dos bandos para ir por los pueblitos aledaños en buscan de los duendes de navidad, con un regalito que los haga sonreír, aunque sea por un momento, aunque sea por este día.

Feliz Navidad.















Agradecimientos, por su presencia y colaboración, pero especialmente por su amistad:

Mónica Honores (te pasaste, Moni!!)
Nataly Angelats (y al joven Franquito)
Gisela Pérez (y a su hijita Grace)
Mary Pinedo
Lady Arteaga
Dany Díaz
Javier, "el guerrero", y
el pequeño Juancito López.

Comentarios

Anónimo ha dicho que…
Muy linda la cronica jc que sigan pasando una feliz navidad. un abrazo.
ANI
Anónimo ha dicho que…
cuando vivia en Trujillo me kitaba con unos amigos a Simbal y siempre era nuevas aventuras, gracias por la nota, un saludos desde Pisco. genaro. T.
Anónimo ha dicho que…
Los regalos no resuelven la vida de la gente pobre, ojala las autoridades emprendieran gastos a largo plazo, especialmente en educación.
atte,
fermina llanos
Anónimo ha dicho que…
bonita cancion jc, me alegraron la noche, recien leo. pau
Anónimo ha dicho que…
fotitozzzzzzzzzzzzzzzzz.........

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