ASIA DOWN
Por Dante Ramos de Rosas
En el film “El año que vivimos en peligro” con el irascible Mel Gibson y la flaca Sigourny Weaver hay una escena en la que los agentes gringos en Saigón discuten sobre su regreso y experiencias en esa zona de guerra.
Un sujeto de apariencia enana sale al paso de un gordinflón agentazo y le dice: “¿Por qué no les cuentas de tus aventuras con niños?”. Esta expresión causa estupor en todos que solo hablaban de heterosexualidades normales. Todos miran al panzón agente y el enano sale corriendo. Fin de la escena porque Gibson va raudo tras el enano para que le cuente mil cosas más.
Esta escena se conecta a lo que me contó un amigo pepecista hace meses y que no pude armar porque mi pc se fregó. Ahora la digo mientras este blog me aguante. Resulta que en la segunda gobernanza de Belaúnde una delegación de congresistas populistas entre otros viajaron al Asia. Después de pajearse con reuniones dispares de economía, turismo y cocina resolvieron divertirse en la putesca atmósfera asiática. Estaban en Tailandia y un diputado coreano llevó a varios de ellos a pasear al famoso ‘barrio rojo’.
La novedad no era el exotismo sexual que ofrecían las chicas sino un barrio diferenciado del resto en las que el comercio sexual se ejercía con niñas down. Se preguntará el espantado lector qué tiene de bueno hacer el amor con discapacitadas down. Muy sencillo: las down tienen extraordinarias fuerzas para el acto sexual y sus repeticiones animalescas. Esto fascinó a la diputación peruana que se zambulló en esos frenéticos pasajes.
La cultura asiática es rara para nosotros occidentales que tenemos sentimientos de culpa. Ellos buscan lo raro, lo desordenado y les llega altamente los derechos humanos de downs, pues los tratan al estilo espartano. Es decir los tiran al río de la mugre.
Cuando algún día regrese Eduardo Calmet del Solar, ex diputado populista, y ex director del “Expreso” fujimorista, le preguntaré si se fundió corporalmente en algún cuerpo down femenino, aunque creo me responderá que se cuenta el pecado pero no el escándalo. Chitón nomás.
En el film “El año que vivimos en peligro” con el irascible Mel Gibson y la flaca Sigourny Weaver hay una escena en la que los agentes gringos en Saigón discuten sobre su regreso y experiencias en esa zona de guerra.
Un sujeto de apariencia enana sale al paso de un gordinflón agentazo y le dice: “¿Por qué no les cuentas de tus aventuras con niños?”. Esta expresión causa estupor en todos que solo hablaban de heterosexualidades normales. Todos miran al panzón agente y el enano sale corriendo. Fin de la escena porque Gibson va raudo tras el enano para que le cuente mil cosas más.
Esta escena se conecta a lo que me contó un amigo pepecista hace meses y que no pude armar porque mi pc se fregó. Ahora la digo mientras este blog me aguante. Resulta que en la segunda gobernanza de Belaúnde una delegación de congresistas populistas entre otros viajaron al Asia. Después de pajearse con reuniones dispares de economía, turismo y cocina resolvieron divertirse en la putesca atmósfera asiática. Estaban en Tailandia y un diputado coreano llevó a varios de ellos a pasear al famoso ‘barrio rojo’.
La novedad no era el exotismo sexual que ofrecían las chicas sino un barrio diferenciado del resto en las que el comercio sexual se ejercía con niñas down. Se preguntará el espantado lector qué tiene de bueno hacer el amor con discapacitadas down. Muy sencillo: las down tienen extraordinarias fuerzas para el acto sexual y sus repeticiones animalescas. Esto fascinó a la diputación peruana que se zambulló en esos frenéticos pasajes.
La cultura asiática es rara para nosotros occidentales que tenemos sentimientos de culpa. Ellos buscan lo raro, lo desordenado y les llega altamente los derechos humanos de downs, pues los tratan al estilo espartano. Es decir los tiran al río de la mugre.
Cuando algún día regrese Eduardo Calmet del Solar, ex diputado populista, y ex director del “Expreso” fujimorista, le preguntaré si se fundió corporalmente en algún cuerpo down femenino, aunque creo me responderá que se cuenta el pecado pero no el escándalo. Chitón nomás.
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