FOTOCHEK ELECTORAL


Por Johnson Centeno.-

FORSYTH. Va encontrando su level, mejor dicho su techo. Para ser el primero que arrancó puntero en las encuestas, hasta ahora ha sido un candidato pésimo: ha tenido oportunidad de cronometrar su agenda y estrategia, pero prefirió hacerse el ‘muertito’. Cuando ha empezado a hablar ha sido más de lo mismo, y la impresión que se tiene es que ha saltado de Esto es guerra a la política. No se sabe cuáles son sus ideas fuerza, si va al centro o un poco a la derecha, ni cuáles son sus antagónicos. Su participación en CADE le ha dado algo de confianza, pero un telepronter no lo acompañará a todas partes. Poco a poco se irá midiendo con sus verdaderos rivales, y lo más que seguro es que le irán comiendo puntos en cada encuentro. Como decía Séneca, no hay viento favorable para quien no sabe a dónde va.

KEIKO. La madre regresa por sus votos, pero estos ya han empezado a ser canibalizados por sus pequeñas criaturas, que ahora se rebelan y transfiguran en diversos colores. Echar mano a su mejor carta (el reo en la Diroes) en estos tramos iniciáticos de la carrera electoral, le ha servido para no salirse de la foto y pasar vergüenza. Su jale de Nano Guerra y la Escuelita naranja son la mejor muestra de que necesitan sangre joven que determinará, a no dudarlo —entre los que se arriesguen a votar— el próximo presi del bicentenario. Su jale a don Rospi, además, es la cuota necesaria para seguir dando la imagen de que los fines justifican los medios, dentro y fuera de casa, y siempre es bienvenida una porción latente de ajos y traiciones: la sopa perfecta para que el Chino juegue, desde su lado y en su momento, los últimos suspiros fujimontesinistas que aceleren, si se puede, el camino al balotaje.

LESCANO. A falta de un verdadero outsider, siempre reclamado por el electorado nacional, las encuestas se han inventado a Lescano, lo cual, a decir de Hildebrant, puede ser peligroso para el avance mononeuronal de la derecha. Lo realmente peligroso es, en realidad, que el mismo Lescano se lo crea, como parece que está ocurriendo, con todo lo que ello supone para los vientos del sur, últimamente abandonados con sus principales motivadores presos y/o fumando marihuana. Si Lescano se lo propone puede avanzar sostenidamente, lejos de los vitochos y merinos, siempre solícitos a saborear de lejos la carroña. Por ahora AP es lo que es: una pequeña fuerza electoral dispuesta devotamente a cagarla.

VERONIKA. Se ha arropado en su traje de caperucita (Keiko, dixit) y disimula muy bien la sinfonía fundamentalista de la izquierda. Ruido, en realidad. En eso compite con el cura Arana, travestido ahora casi en un coach escandinavo, capaz de separar la aguas y levantar a los muertos. Ambos temen perder sus huestes de siempre, ya perdidos en una prédica antimodernizante y desmemoriada. Detrás de sus faldas se esconden, no por mucho tiempo, las rancias jerigonzas anticapitalistas, los fantasmas de sus “pactos sociales” y sus medias verdades sobre la pobreza, la exclusión y los filos nacionalismos. El mismo cuento y el mismo final.

GUZMÁN. O están hilando muy fino desde palacio para dejar sin piso a toda esa comunidad narcótica de Willax que los acusa de manejar, a los morados, todo el aparato estatal y no estatal para quedarse en el gobierno, o sencillamente se han sincerado las encuestas al posicionarlo tristemente alrededor del dos por ciento. En cualquier caso, por ahora, nos estamos librando de un experimento fallido en la política nacional: de un vendedor de Electrolux que juega a ser presidente, aupado por toda una manga de alucinados tik tokeros e “influencers” que sueñan con mamar del Estado, pero que no tienen la más puta idea de políticas públicas ni manejo de la economía, salvo la propia, traducida en un sinfín de consultorías, amarres generacionales y profundos estudios sobre las lunas de Saturno.

DE SOTO. Últimamente debe haberse vuelto adicto a las bebidas energizantes, pues en sus primeras entrevistas parecía un abuelo chocho repasando las fotos de los nietos. En la última, de anoche, De Soto ha demostrado que todavía pude ser el tren de lujo para sacar al país adelante, aunque, valgan verdades, ya estamos bastante cansados de personajes “de lujo”. Hace bien en sacudirse de sus fantasmas fujimoristas y toda esa onda con las dictaduras que pagaban —pagan?— sus servicios. De Soto no necesita descubrir la pólvora para ensayar válidamente una receta práctica que oxigene el país en medio de la pandemia. Siempre original, ha preferido no apostar por la monserga fácil de atacar a los morados, como hacen todos, pues ya están de salida y en el suelo con el chongo de las vacunas. Como en el siglo XVI, ha preferido aconsejar humildemente al Príncipe, sin dejar de advertirle, jurídicamente, de un posible futuro sombrío. Chévere. Sería redondo si mantiene a raya al cuco de Paredes Terry. No apela al llamado de la patria ni pretende ser modelo de moralidad ni gestión ni iluminismo religioso ni gastarse enemigos entre sus pares peruanos. Eso se lo deja a López Aliaga.

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