LA MANCHA DE LA TOGA


Por Johnson Centeno.- 

Esta retahíla de audios sobre los principales protagonistas de las instituciones jurisdiccionales del Estado han puesto nuevamente en el tapete el rol del abogado enfundando en sus diversos oficios en el Sistema de Justicia que, valgan verdades, si nos remitimos a los hechos y a la costumbre, debería cambiar radicalmente de nombre y llamarse de alguna forma que no ofenda la moral pública y la inteligencia. 

La justicia en plenitud, desde los primeros albores de la civilización, ha sido un tema muy lejano para el ordinario entendimiento humano, siendo a menudo combinada idealmente con retoques oníricos, místicos o religiosos, pues no hay mejor forma de que entre en las cabezas de la gente común, a quienes el sistema está obligado a adiestrar y convencerlos de un celo imaginario. 

Los ritos, protocolos y demás formalidades del proceso han evolucionado de la mano de la conveniencia de quienes les toca eventualmente transitar por una cuota de poder en el aparato judicial, íntimamente ligado a compadrazgos clandestinos, pactos de monasterio y guiños de mediano plazo. Si a ello le agregas una “ideología” tendrás el sistema perfecto para mantener a los diversos operadores del Derecho bien ocupados, hasta que nuevos aires de reforma exijan que todo cambie para seguir en lo mismo, código tras código, tras código… Duberlí, Velásquez, Távara, entre otros emblemáticos personajillos del sistema, son la mejor muestra de que la moneda de la justicia puede tener muchas caras, menos el verdadero espíritu de la ley. 

De Trazgnies, otrora maestro del Derecho seducido por el poder fácil y despótico, ha dejado para la posteridad uno de los más lúcidos ensayos heterodoxos sobre las ciencias jurídicas, La muerte del legislador, donde recrea los usos y mecanismos de la intepretación para acercarse a la verdad, que a fin de cuentas resulta oficiosamente inaccesible, sostiene, pero que justifica su búsqueda en la dinámica misma de la creación de un Derecho en perpetua renovación, que es donde radica meridianamente la rebeldía intrínseca frente a un cadavérico legislador. 

Kelsen, en esta línea de pensamiento, intentó reducir el Derecho a un mero artificio pseudocientífico de normas cuya aplicación suponía un proceder desprovisto de valores fundamentales en la complejidad social, que no fuera basado en una norma positiva, con todo lo que ello implica para el desmejoramiento en la construcción de una verdadera disciplina jurídica. 

De suerte que para que una ley sea buena debe tener no solo hombres probos en su fecundación, sino vocación por la impartición de justicia en su comunidad de parte de sus aplicadores, pero no esta sarta de delincuentes de cuello blanco desnudados en los audios de marras. 

El estudiante de leyes de este país siempre ha transitado entre el idealismo, la decepción y el conformismo provechoso de cara al propio sistema, que a la postre termina alimentando, pues a fin de cuentas no tiene otro modo de sobrevivir. Cuando se acerca a tientas a algún extremo del aparato judicial, celebra un pacto implícito con los viejos favorecidos del sistema a quienes termina sirviendo devotamente, defendiendo y ensalzando en desmedro del alma de la toga. 

La carrera de Derecho probablemente esté condenada a ser la carrera más socializante que pueda existir, pues si no tienes ‘buenos contactos’ sencillamente no existes en el Foro. ¿Es malo socializar con tus colegas que son jueces, fiscales, secretarios? Por supuesto que no. Los mejores magistrados son aquellos que incluso pueden ser parte de tu círculo más íntimo, gastarse bromas o tomarse unas chelas contigo, pero siempre tendrán presente la importante misión que la sociedad les ha confiado. Cuestión elemental de buena educación. Lo otro será prostituirse, e infortunadamente hay muchas formas de prostitución en la justicia nacional. Basta chequear un audio al azar como botón de muestra. Los demás a la camisa. 

Finalmente, no es casualidad que otra vez la pelota repose en la cancha de las nuevas generaciones; no en estos dinosaurios que ya se van pero que se aferran en veinte uñas para quedarse en los salones de una justicia perversa. Son los jóvenes estudiantes de Derecho de este país quienes deben cambiar sus miras y enfoques en su futuro ejercicio jurídico, acercarse a la esencia del Derecho y apartarse de aquellos falsos valores que pontifican en cada Juzgado, en cada Sala, en cada Fiscalía, que no obstante exhibir una medalla de magistrado, hieden a mierda. 

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