EL CULTIVO DE LA ÉTICA PERIODÍSTICA


Por Ricardo Hepp.- La Tercera

DESPUES de leer los recuentos del año que dejamos atrás, parece conveniente destinar unos minutos para reflexionar sobre la inquietante realidad de lo que ocurre con la libertad de prensa en varios países de nuestro entorno continental. El veredicto resulta poco halagador para los medios, pero el problema reviste mayor gravedad si consideramos que quienes sufren realmente la ausencia de esta libertad son las audiencias: los lectores de diarios y el público que ve y escucha televisión y radio. Este quebranto deteriora también las libertades de opinar y de decidir.


Es probable que en algunos países hayan sido los propios medios los responsables de lo ocurrido, porque más allá de su función informativa y de opinión, terminaron operando como poderosos cuerpos políticos, más interesados en sus propios beneficios que en el de las audiencias, a las que debían servir. Eso llevó a que los enemigos de una sociedad libre demandaran regulaciones estatales para los medios y exigieran legislar para proteger la privacidad ante la intrusión periodística, y garantizar el derecho a respuesta para las personas que sean agredidas o expuestas de manera injusta en las páginas de un diario, en la radio o en la televisión.

Pero la solución para las infracciones éticas jamás ha ido de la mano de una mayor regulación del aparato oficial. Las medidas que haya que adoptar para asegurar la vigencia de las libertades de prensa y opinión, y salvaguardar la imagen del periodismo, deben ser autorregulatorias. Esto es, que surjan de las propias filas de los medios y asociaciones periodísticas, y no sean impuestas por el gobierno de turno.

Cuando el público pierde confianza en el fervor de los medios por autorregular el ejercicio profesional, la consecuencia suele ser la intervención gubernamental, como de hecho ha ocurrido en muchos países en el curso del año pasado.

El deterioro o la ausencia de la libertad de prensa es lo que diferencia a un sistema democrático de uno autoritario. En una sociedad civil democrática, el ejercicio de las libertades demanda responsabilidad: que las instituciones y los individuos respondan por sus acciones. El difícil equilibrio entre libertad y responsabilidad pasa, necesariamente, por considerar el interés de los demás, y es por eso que los periodistas deben estar preparados para defender sus actuaciones sobre la base de sólidos principios éticos y estar disponibles para explicar sus decisiones al público. La falta de voluntad de hacerlo puede percibirse como arrogancia: los periodistas deben ser percibidos como servidores de las audiencias y no como servidores de sus propios intereses.

Así, en una sociedad democrática como la nuestra, mantener la libertad de prensa depende de la autorregulación y del cultivo sostenido de la ética periodística.

A eso de las cinco...

La falta de precisión es una preocupación que plantea la lectora Blanca Ríos, de Temuco. Señala que en La Tercera, y también en otros medios, ella lee y escucha con frecuencia que “el encuentro se jugará a eso de las 17 horas” o que “los ministros se reunieron con el Presidente a eso de las 10 de la mañana”. También indica que le parece impreciso decir que “los diputados sesionarán a partir de las 16 horas”, y pregunta: “¿Quién vela por el buen uso del idioma?”.

Son los editores y los propios periodistas quienes filtran en el diario los errores, vicios del lenguaje e imprecisiones, y velan por el rigor periodístico. Quizás fue la falta de puntualidad -una característica frecuente a nivel nacional- la que determinó que nuestro periodismo se apropiara de esas formulaciones tan vagas. Antes, sencillamente, se decía o se escribía: “El partido se jugará a las 18 horas” y “los diputados sesionarán a las 14 horas”. Lo importante del mensaje -nos explica un filólogo- radica en señalar el momento en que comienza el partido, el espectáculo o la sesión. Sólo al día siguiente podremos comentar si las reuniones o los encuentros se iniciaron puntualmente o no.


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Frente al griterío de El TROMErcio, vale la pena leer éste artículo.

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