LA GRAN ESTAFA
Por Dante Ramos
Hace algún tiempo no muy lejano me encontraba leyendo un texto de la escritora Ayn Rand. Se trataba de “La Rebelión de Atlas”. En ese texto se cuenta un episodio infantil. Resulta que unos niños acudían cada verano a la granja de su abuelo y en una mediana colina se levantaba un gran roble que había estado plantado allí por mucho tiempo.
Contaba en su relato la Rand que los niños contemplaban el árbol y pensaban que siempre estaría allí. Lo habían visto desde muy pequeños. Hasta que una noche hubo una gran tormenta y al amanecer ellos miraron a través de sus ventanas. El roble había caído partido en dos por un feroz rayo.
Los niños fueron a ver el roble. Comprobaron un detalle. Por dentro el roble estaba hueco, es decir que en los últimos tiempos se había estado pudriendo y nadie lo sabía. Solo era cuestión de horas el que se cayera y no durara para siempre. Ni siquiera necesitaba de un rayo para atravesarlo. Podía haber sido cualquier otro suceso.
Valga esta introducción a una historia breve para razonar lo que pasa con el Estado peruano y sus supuestas provisiones o servicios que pagamos religiosamente con nuestros impuestos.
Se supone que esos 108 mil millones de soles que el año 2013 se invertirán en el presupuesto vamos a gozar de seguridad en las calles, más patrulleros y cámaras de videoseguridad, mejor atención sanitaria en pueblos rurales y sub-urbanos, cárceles más seguras, juicios más ágiles, etc.
Pero si usted se enferma acude al seguro social - por el que se le descuenta vía planillas - y resulta que no hay gasas, no hay ampollas, etc. Usted tiene que ir a la farmacia y comprar lo que le piden. Ante ello cuál es la opción?.
Una columnista de la prensa escrita y televisiva le planteo al premier en una entrevista en un diario local lo siguiente: Si no hay atención debida y por las continuas huelgas no se le atiende al usuario estos deberían ser compensados. Se les debía devolver su dinero.
Miremos estos días lo sucedido en Villa Maria del Triunfo. Desagues colapsados. Un drama total. Sedapal es una empresa paraestatal que es ineficaz. Debería de privatizarce ya mismo. Si fuese una empresa seria debería de haber cambiado las redes de agua y desague hace décadas y Lima debería tener como las grandes capitales del mundo avenidas subterráneas como Roma o París.
Amigos lectores, la historia del estado peruano es como lo que cuenta Ayn Rand. Puede cambiar. Tiene que cambiar porque ha devenido en una gran estafa. Los servicios no se dan a plenitud. No son óptimos. No todo el tiempo estarán así si al menos nos damos perfecta cuenta de lo que pasa y si elegimos un camino distinto al actual
Quien esto escribe está a favor de un Estado que se preocupe solo de aspectos como el de seguridad, fuerzas armadas y policiales, obras públicas y relaciones exteriores más un poder judicial fuerte y un sistema carcelario idóneo.
Un estado concentrado en lo que le es propio porque si analizamos la definición del estado es una sola y se expresa con el uso de la fuerza, coacción y violencia. Esto es todo lo anteriormente precisado. En todo lo demás el estado sobra. Hace las cosas muy mal.
Sin embargo hay un detalle con el cual quiero terminar estas líneas. En 1918 fue desde una penitenciaría estatal y sus talleres en los que se editó una obra singular de un escritor pisqueño brillante. Se llamaba Abraham Valdelomar. Desde esos talleres estatales se editó la colección de cuentos del Caballero Carmelo. Como vemos aquella vez el Estado acertó. Así que tan rabiosamente radicales contra el Estado no somos. Y eso va para la izquierda que nos acusa de abrumadoramente privatistas. No lo somos.
Creemos que las fuerzas productivas del mercado deben llegar a su máxima frontera. Solo sujetos y familias organizadas saben lo que les es propio manejando sus ingresos de la mejor forma, sin nadie que tuitivamente y paternalistamente los conduzca por una ruta estatal que hasta ahora ha demostrado ser una soberana estafa.
¿O no?



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