PROMO DE REINAS

Por Dante Ramos de Rosas
Entré con el código 85- 2 a la Católica en agosto de 1985. Puesto 97 de 100. Es fama que quienes ingresan a la segunda vez del examen ordinario son los más inteligentes. O los menos lihgts.
No sé si eso era cierto. Eso lo dirá el desempeño profesional. Lo que sí se decia de nosotros es que eramos la promoción más roja de mucho tiempo ha. Y encima organizados. Rojería o no la cosa se sintetizó en dos fases. La vicepresidencia de la promo recayó en Eduardo Aguirre Fortunic, quien ahora trabaja de agente naviero. En aquella época era más bien un liberal. Y la presidencia en Paul Cavalie, que esta en el Ministerio de Trabajo. Paul venía de la de Lima y portaba a una linda compañera como novia. Ujn tipo muy incisivo en sus intervenciones, pero no se podía decir que era un izquierdista clásico. No me parecía. Más izquierdista era Felipe Quea, eterno organizador de marchas del PSR y deambulando memorias en los patios de ciencias sociales. Claro que felipe era más antiguo.
Pero no se me antoja hablar de deméritos poéticos o virtudes partidarias.
Mi promoción tuvo dos chicas que daban la hora. Una tenía un porte en el rostro semejante a la ava gardner de Frank Sinatra en los cincuentas. Su cabello era lacio y ordenado. Un de jirafa esbelta y soberbia. Muy alta y de nariz directo al cielo. De lejos respiraba sofisticación. Más tarde me enteré por otro amigo de la promo, Sandro Venturo, que estaba vinculada por su madre al mundillo del las galerías de arte y marchands. Vestía con mesura en el frio clima de esos días.
Su hermano Danilo Balarín era mil veces criticado en el semanario ultraliberal “Meridiano” por Federico Salazar al acusarlo siempre de mercantilista. Danilo se dedicaba al tema textil, era importador. Si Federico se hubiera enterado que Danilo era coleccionista de arte del caro, quizá hubiera justificado tamaños dislates economicistas que permitian acumular plusvalías para tamañas galanuras esteticistas.
Katia Balarín eligió estudiar Historia y no Derecho, lo que juega a su favor como una chica culta y que en 1987 salió elegida Miss Perú. Pero no fue la única porque había otra hermosa chica casi de porcelana en su faz rosada y tersa que era paisana de este escriba. Nació en Chiclayo y su apellido era Woyke Court. Un tío suyo había sido alcalde de Chiclayo, un caballero llamado Enrique Woyke. Su nombre era Gisell. De fino caminar elegante, muhco más que el de Katia y con unos compones multicolores que ocultaban prominencias de recato albur.
Juro que no he visto una chica más linda en mil años. Se puso a estudiar Geografia para ver otros mundos y el solo hecho de haberme enterado que se puso a estudiar esa carrera me hizo ver que era una chica diferente a todas, que veía primero sus intereses y luego seguía al rebaño que eran todas las demás.
Su rostro era un tanto triste pero iluminaba el aula. Con ella fue imposible sentir el galopante gobierno de Caballo Loco y sus neuras o las bombas senderistas en la Lima ochentera. Paz y belleza era lo que flotaba en su aura, no sé si en ese orden. Fue elegida Miss Perú 1988. Y vaya que deslumbró. Nunca le conocí novio o enamorado. Es que era muy alta.
A Katia la ví en 1989 con su madre en las casonas de Trujillo en plena Segunda Bienal de Arte Moderno. Era parte de la “trouppe” de artistas de Lima venidos a colorear con intensidad las calles de un Trujillo reformo. O detenido en su diletantismo.
Ella se casó con el historiador de arte colonial especialista en ángeles y mamachas Rafael Mujica. Hace poco la volví a contemplar en la libreria Crisol. Casi un milagro. Estaba imponente de negro vestir y luciendo el nombre que lleva tan bien en la frente como diría Shakespeare. Katia. Que es un nombre de fortalezas. Aquellas que nos permitieron emerger vivos de los ochentas hasta hoy.
Entré con el código 85- 2 a la Católica en agosto de 1985. Puesto 97 de 100. Es fama que quienes ingresan a la segunda vez del examen ordinario son los más inteligentes. O los menos lihgts.
No sé si eso era cierto. Eso lo dirá el desempeño profesional. Lo que sí se decia de nosotros es que eramos la promoción más roja de mucho tiempo ha. Y encima organizados. Rojería o no la cosa se sintetizó en dos fases. La vicepresidencia de la promo recayó en Eduardo Aguirre Fortunic, quien ahora trabaja de agente naviero. En aquella época era más bien un liberal. Y la presidencia en Paul Cavalie, que esta en el Ministerio de Trabajo. Paul venía de la de Lima y portaba a una linda compañera como novia. Ujn tipo muy incisivo en sus intervenciones, pero no se podía decir que era un izquierdista clásico. No me parecía. Más izquierdista era Felipe Quea, eterno organizador de marchas del PSR y deambulando memorias en los patios de ciencias sociales. Claro que felipe era más antiguo.
Pero no se me antoja hablar de deméritos poéticos o virtudes partidarias.
Mi promoción tuvo dos chicas que daban la hora. Una tenía un porte en el rostro semejante a la ava gardner de Frank Sinatra en los cincuentas. Su cabello era lacio y ordenado. Un de jirafa esbelta y soberbia. Muy alta y de nariz directo al cielo. De lejos respiraba sofisticación. Más tarde me enteré por otro amigo de la promo, Sandro Venturo, que estaba vinculada por su madre al mundillo del las galerías de arte y marchands. Vestía con mesura en el frio clima de esos días.
Su hermano Danilo Balarín era mil veces criticado en el semanario ultraliberal “Meridiano” por Federico Salazar al acusarlo siempre de mercantilista. Danilo se dedicaba al tema textil, era importador. Si Federico se hubiera enterado que Danilo era coleccionista de arte del caro, quizá hubiera justificado tamaños dislates economicistas que permitian acumular plusvalías para tamañas galanuras esteticistas.
Katia Balarín eligió estudiar Historia y no Derecho, lo que juega a su favor como una chica culta y que en 1987 salió elegida Miss Perú. Pero no fue la única porque había otra hermosa chica casi de porcelana en su faz rosada y tersa que era paisana de este escriba. Nació en Chiclayo y su apellido era Woyke Court. Un tío suyo había sido alcalde de Chiclayo, un caballero llamado Enrique Woyke. Su nombre era Gisell. De fino caminar elegante, muhco más que el de Katia y con unos compones multicolores que ocultaban prominencias de recato albur.
Juro que no he visto una chica más linda en mil años. Se puso a estudiar Geografia para ver otros mundos y el solo hecho de haberme enterado que se puso a estudiar esa carrera me hizo ver que era una chica diferente a todas, que veía primero sus intereses y luego seguía al rebaño que eran todas las demás.
Su rostro era un tanto triste pero iluminaba el aula. Con ella fue imposible sentir el galopante gobierno de Caballo Loco y sus neuras o las bombas senderistas en la Lima ochentera. Paz y belleza era lo que flotaba en su aura, no sé si en ese orden. Fue elegida Miss Perú 1988. Y vaya que deslumbró. Nunca le conocí novio o enamorado. Es que era muy alta.
A Katia la ví en 1989 con su madre en las casonas de Trujillo en plena Segunda Bienal de Arte Moderno. Era parte de la “trouppe” de artistas de Lima venidos a colorear con intensidad las calles de un Trujillo reformo. O detenido en su diletantismo.
Ella se casó con el historiador de arte colonial especialista en ángeles y mamachas Rafael Mujica. Hace poco la volví a contemplar en la libreria Crisol. Casi un milagro. Estaba imponente de negro vestir y luciendo el nombre que lleva tan bien en la frente como diría Shakespeare. Katia. Que es un nombre de fortalezas. Aquellas que nos permitieron emerger vivos de los ochentas hasta hoy.


Comentarios