CALENTONAS
Envío de José Palma
Por Patricia del Río
A Jodie Foster se la violaron por calentona. Entró a un bar en minifalda, se tomó varios tragos y, ya borracha, se puso a bailar de manera muy provocadora. De pronto, la rubia acabó empotrada contra un juego de pinball mientras su compañero de baile se la metía a la fuerza. Lo siguió otro patita más y otro más, todo esto frente a un público enardecido que vitoreaba el ultraje con la misma emoción con que se celebra un gol del Mundial.
La perturbadora escena (la pueden ver acá http://ir.pe/2dmx) pertenece a la película Acusados (The Accused, 1988) y, por esa magnífica interpretación, la Foster se llevó un Oscar. ¿Por qué evocarla hoy? Pues, porque el filme se estrenó hace más de 20 años y el drama que denuncia sigue siendo materia de controversia: ¿Son culpables las mujeres de las agresiones de las que son víctimas? La lógica indica que no, que nadie se merece un trato así por más 'perreo salvaje’ que se haya bailado. Sin embargo, esta semana hemos escuchado a periodistas, padres de familia, muchachos y abuelos preguntándose ¿qué hacía Stephany Flores hasta las 5 de la mañana en un casino? ¿Cómo se le ocurre irse a un hotel con un chico que no conoce? Ni siquiera el presidente García se aguantó y, si bien lamentó la muerte de la muchacha, se la atribuyó a “una calentura momentánea”.
Es absolutamente comprensible que a los padres se les active un instinto protector cada vez que ocurren casos horrendos como el de Stephany. Sin embargo, si analizamos las cifras del Ministerio de la Mujer, veremos que el feminicidio poco tiene que ver con la rapidez con la que la muchacha se levantó al galán de turno: solo el año pasado intentaron asesinar a 203 mujeres, y 139 (68%) encontraron la muerte. Pero a ellas no las atacó un extraño holandés: la mayoría fueron agredidas por sus parejas (49%), sus ex parejas (15.8%) o por un familiar o conocido (12%). Y, por supuesto, casi todas murieron en “el calor” de su propio hogar. Si a eso les sumamos las pobres a las que no las quieren matar, pero a las que gomean regularmente (155 casos atendidos diariamente por el Mimdes), las cifras alcanzan niveles espeluznantes.
¿Qué está pasando? ¿Por qué, a pesar de las conquistas de las mujeres en casi todos los ámbitos de la sociedad, sigue siendo un ser tan vulnerable? ¿No será que la sociedad ha desarrollado un discurso soterrado que las convierte en sujetos merecedores de golpe? Como si siempre estuvieran haciendo algo mal que debe ser resuelto a patadas. Ese argumento parece avalar el discurso del policía que recibe denuncias por violación con mirada de “qué habrás hecho”, o la reacción de la madre que, en lugar de consolar a la hija moreteada, la obliga a volver con el marido, o la recomendación del presidente que les pide a las jovencitas evitar calenturas. Esa sospecha de que las mujeres son eternas putas calentonas es lo que empuja el puño del celoso contra la cara de su novia y lo que mueve la perversión del psicópata que colecciona cadáveres de chicas. La microfalda o el baile sensual son solo las excusas de ciertos hombres que creen que una merece morir casi casi por el solo hecho de haber nacido mujer.


Comentarios
Es necesario saber diferenciar el machismo del sexismo. Un tema largo, de todos modos el sistema patriarcal está agotando sus recursos para someternos, o creer que nos someten a algunas de nosotras que le han dado por el culo arriesgando su status y demás estupideces.