LA MUERTE DEL REY

Por Dante Ramos de Rosas
Se le ocurre un día. Es una oportunidad de negocio histórica en base a un descuido. Los Beatles disueltos en el tiempo dejaron su casa disquera abandonada. Y el caminó hacia ella sin que nadie lo llame para comprar los derechos musicales del grupo de rock inglés. Paul M´cartney salió a criticarlo por no haberlos consultado, pero es que acaso ellos, los sobrevivientes, se habían siquiera preocupado de eso. Lo hizo él. Michael Jackson.
Acaba de irse un grande de la música pop. Desde la muerte de Elvis no había crecido un icono tan significativo. Michael Jackson murió en Bel Air, la zona de Los Ángeles donde vivía. Artistas de varios pelajes habitan y cohabitan allí en medio de fastos de fiestas y habitaciones en penumbra.
Quién no vibró con su música, con sus volteretas en el suelo o ese paseo lunar tan llamativo y etereo.
Jackson y Madonna han sido contestatarios desde dentro del sistema y eso es más dificil que serlo de fuera sin reglas ni marcos como iconos rebeldes al estilo del Che Guevara o Jim Morrison de The doors.
Su vestimenta extravagante pero elegante, su caminar cadencioso sin ser exorbitante, su vocecilla ilusa. Sorprendente para un adulto pero que deambulaba su mente y cuerpo ondulantes por las caballerizas de los campos de Neverland, el retiro campestre al que dibujó en sus planos mentales y de los otros poblándolo solo con púberes.
Jackson rechazaba la presencia adulta por haber soportado un padre temperamental y Neverland fue resultado de sus traumas, de sus neurosis, imitando a Peter Pan, el héroe infantil del cuento en el que no se ven adultos y se rechaza el volver al mundo de los mayores por formal, por cerrado. El país del nunca jamás, lo que no existiría nunca, más que en los sueños.
Jackson se fue. No volverá. Solo su música permanecerá. Seres de ruptura como el rey del glamour David Bowie, inglés que rompe androginias y travestismos y de Freddy Mercury, líder de Queen y su faz exuberante de opera rock, han sido solo sagas.
El mercadeo en Jackson era único. Su piel blanca, sus cirugías, su matrimonio con la bella Lisa Marie Presley, hija de Elvis. Su amor por la eterna juventud durmiendo en una cámara hiperbárica por mas de doce horas diarias. Todo él era noticia. Su cuerpo, su rostro, sus actitudes, sus bailes o su chaqueta de lentejuelas volantes.
Ha muerto el rey. Viva Jackson!
Acaba de irse un grande de la música pop. Desde la muerte de Elvis no había crecido un icono tan significativo. Michael Jackson murió en Bel Air, la zona de Los Ángeles donde vivía. Artistas de varios pelajes habitan y cohabitan allí en medio de fastos de fiestas y habitaciones en penumbra.
Quién no vibró con su música, con sus volteretas en el suelo o ese paseo lunar tan llamativo y etereo.
Jackson y Madonna han sido contestatarios desde dentro del sistema y eso es más dificil que serlo de fuera sin reglas ni marcos como iconos rebeldes al estilo del Che Guevara o Jim Morrison de The doors.
Su vestimenta extravagante pero elegante, su caminar cadencioso sin ser exorbitante, su vocecilla ilusa. Sorprendente para un adulto pero que deambulaba su mente y cuerpo ondulantes por las caballerizas de los campos de Neverland, el retiro campestre al que dibujó en sus planos mentales y de los otros poblándolo solo con púberes.
Jackson rechazaba la presencia adulta por haber soportado un padre temperamental y Neverland fue resultado de sus traumas, de sus neurosis, imitando a Peter Pan, el héroe infantil del cuento en el que no se ven adultos y se rechaza el volver al mundo de los mayores por formal, por cerrado. El país del nunca jamás, lo que no existiría nunca, más que en los sueños.
Jackson se fue. No volverá. Solo su música permanecerá. Seres de ruptura como el rey del glamour David Bowie, inglés que rompe androginias y travestismos y de Freddy Mercury, líder de Queen y su faz exuberante de opera rock, han sido solo sagas.
El mercadeo en Jackson era único. Su piel blanca, sus cirugías, su matrimonio con la bella Lisa Marie Presley, hija de Elvis. Su amor por la eterna juventud durmiendo en una cámara hiperbárica por mas de doce horas diarias. Todo él era noticia. Su cuerpo, su rostro, sus actitudes, sus bailes o su chaqueta de lentejuelas volantes.
Ha muerto el rey. Viva Jackson!


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