PRIMA JENNY

Por: Dante Ramos de Rosas
A ella no le gustaba su nombre. Jenny era su nombre. El nombre de mi aún esposa. En cambio mi prima Jenny llevaba su nombre con cierta majestad. Era una china blanca de porte caderón. De voz pequeñita de niña. Aniñada como ella sola. Tan consentida.
Sus primeras dos hijas le salieron lindas. El tercer hijo fue varón.
Le pusieron Mauricito. Desde el vientre mi prima supo que era Down. La ecografía detecta unas cesuras en el cerebro y el médico te dice al segundo mes si deseas tenerlo o no. Jenny y Mauricio su esposo, de ascendencia punteña o chalaca a más no poder aceptaron su destino con todo el valor del que más. Para mi fueron héroes.
Pero vale la pena saber qué los ayudó a serlo. Él se forjó desde adolescente en el trabajo duro. En esforzarce en ser creativo, en cambiar de negocios a lo que más de, si es vender pan pues vendía pan, etc. Ella aprendió de su madre el valor de lo que es ser madre, lo que es abandonar estudios de ingeniería para consagrarse a la mayor tarea del mundo no remunerada: –Menem en su segunda reelección hizo campaña prometiendo un sueldo a la madre y logró instaurar ello. Ojo que quien esto escribe es liberal ultra– el ser mamá.
Mauricito creció y al principio no fue muy complicado aunque luego fueron apareciendo dolencias como insuficiencias cardiacas. No podía estar expuesto al sol mucho tiempo, dermis delicada y decenas de cosas más. Era un niño bello, bonito a su manera. Más tarde se le desarrolló miopía y el mayor de los dramas comunicado por los galenos. No llegaría a vivir más de 15 años. Pues su corazón no resistiría. Según el pronosticón autistas y downs no pueden vivir más allá de 15 – 16 años porque su agitación es tanta que el corazón revienta como el de un caballo en la hípica o caza de ciervos.
Los últimos días se la pasaron los dos en vela. Mauricito dentro de una bolsa de plástico porque los virus del ambiente afectaban su inmunidad tan baja. Viajando antes por USA en busca de alguna salida que prolongue su vida. Capitales y tiempo fueron insumidos de una forma que no tienen idea. Fácil podían haber montado una pyme con toda esa plata pero prefirieron una vida porque de allí se derivarían enseñanzas y ejemplos múltiples para parejas o gentes que no hayan sentido a sus vidas.
En la marianista Lima donde se juntaron y criaron a sus hijos no es de extrañar que Jenny haya encontrado ayuda en grupos de sanación, de rezos y esos detalles tan propios que se registran en matrimonios en parecidas circunstancias. El Opus Dei acudió por allí filtrándose en buenahora. La verdad que este grupete ya no es nada del otro Cuzco. Es uno más pero a mi prima le sirvió, para resistir la avalancha de trasnoches. En una revista leí que los matrimonios que pasan por esas coyunturas tienen dos rutas. O la mujer se abandona por sus supuestos sentimientos de culpa a la religión y/o el marido desfila irremediablemente por la infidelidad. En mi caso no fue así, yo no tenía ni tiempo, ni plata ni conciencia para ser infiel ni con mi mano porque Cristian, mi niño autista, me exprimía a full. Él me ha dado una paciencia y resistencia lista a no dejarme sorprender por ningún Bin Laden o torre gemela que se desmaye a mis pies o talones. He perdido prejuicios y moñerías que estaban atascados en mi ser, y francamente nada vale más que la vida.
Ojalá Jenny que esta nota llegue en sus ecos a ti, pero más a Mauricito en el cielo, o donde sea.
A ella no le gustaba su nombre. Jenny era su nombre. El nombre de mi aún esposa. En cambio mi prima Jenny llevaba su nombre con cierta majestad. Era una china blanca de porte caderón. De voz pequeñita de niña. Aniñada como ella sola. Tan consentida.
Sus primeras dos hijas le salieron lindas. El tercer hijo fue varón.
Le pusieron Mauricito. Desde el vientre mi prima supo que era Down. La ecografía detecta unas cesuras en el cerebro y el médico te dice al segundo mes si deseas tenerlo o no. Jenny y Mauricio su esposo, de ascendencia punteña o chalaca a más no poder aceptaron su destino con todo el valor del que más. Para mi fueron héroes.
Pero vale la pena saber qué los ayudó a serlo. Él se forjó desde adolescente en el trabajo duro. En esforzarce en ser creativo, en cambiar de negocios a lo que más de, si es vender pan pues vendía pan, etc. Ella aprendió de su madre el valor de lo que es ser madre, lo que es abandonar estudios de ingeniería para consagrarse a la mayor tarea del mundo no remunerada: –Menem en su segunda reelección hizo campaña prometiendo un sueldo a la madre y logró instaurar ello. Ojo que quien esto escribe es liberal ultra– el ser mamá.
Mauricito creció y al principio no fue muy complicado aunque luego fueron apareciendo dolencias como insuficiencias cardiacas. No podía estar expuesto al sol mucho tiempo, dermis delicada y decenas de cosas más. Era un niño bello, bonito a su manera. Más tarde se le desarrolló miopía y el mayor de los dramas comunicado por los galenos. No llegaría a vivir más de 15 años. Pues su corazón no resistiría. Según el pronosticón autistas y downs no pueden vivir más allá de 15 – 16 años porque su agitación es tanta que el corazón revienta como el de un caballo en la hípica o caza de ciervos.
Los últimos días se la pasaron los dos en vela. Mauricito dentro de una bolsa de plástico porque los virus del ambiente afectaban su inmunidad tan baja. Viajando antes por USA en busca de alguna salida que prolongue su vida. Capitales y tiempo fueron insumidos de una forma que no tienen idea. Fácil podían haber montado una pyme con toda esa plata pero prefirieron una vida porque de allí se derivarían enseñanzas y ejemplos múltiples para parejas o gentes que no hayan sentido a sus vidas.
En la marianista Lima donde se juntaron y criaron a sus hijos no es de extrañar que Jenny haya encontrado ayuda en grupos de sanación, de rezos y esos detalles tan propios que se registran en matrimonios en parecidas circunstancias. El Opus Dei acudió por allí filtrándose en buenahora. La verdad que este grupete ya no es nada del otro Cuzco. Es uno más pero a mi prima le sirvió, para resistir la avalancha de trasnoches. En una revista leí que los matrimonios que pasan por esas coyunturas tienen dos rutas. O la mujer se abandona por sus supuestos sentimientos de culpa a la religión y/o el marido desfila irremediablemente por la infidelidad. En mi caso no fue así, yo no tenía ni tiempo, ni plata ni conciencia para ser infiel ni con mi mano porque Cristian, mi niño autista, me exprimía a full. Él me ha dado una paciencia y resistencia lista a no dejarme sorprender por ningún Bin Laden o torre gemela que se desmaye a mis pies o talones. He perdido prejuicios y moñerías que estaban atascados en mi ser, y francamente nada vale más que la vida.
Ojalá Jenny que esta nota llegue en sus ecos a ti, pero más a Mauricito en el cielo, o donde sea.


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